Judy

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Dirigida por el británico Rupert Goold (un cineasta de vasta experiencia en el teatro shakesperiano y en series de TV), la película que recrea la vida de un auténtico mito del ámbito cinematográfico, se sitúa durante el invierno de 1968, treinta años después del estreno de ‘El mago de Oz’ (1939), icónico film de Victor Fleming cuyo éxito comenzaría a otorgarle a la estrella el apodo de “Mrs. Showbusiness”. En esta relevante biopic, la leyenda Judy Garland llega a Londres, prácticamente auto-exiliada de su comunidad artística, para brindar una serie de conciertos que revivan su crepuscular carrera.

Podría decirse que Hollywood proveyó a Garland de todo lo bueno y lo malo que la fama puede asegurar. Aquel antológico rol la propulsó hacia el éxito precoz y desmedido, exponiéndola a la cara más amarga de aquello que llaman celebridad En la madurez de su carrera, y producto de su inestable estado emocional y el abuso de pastillas, Judy se había convertido en una sombra de aquella adolescente fulgurante y talentosa. Sin embargo, todavía era una artista sumamente convocante. En las vísperas de su curtain call y mientras se prepara para subir al escenario con miras a revitalizar su carrera -como si de una auténtica fábula hollywoodense se tratara-, regresan a ella los fantasmas que la atormentaron durante su maltrecha juventud.

El film nos comienza a relatar, mediante flashbacks, el penoso trato que recibió de parte de la maquinaria de estudios (ella trabajaba para la MGM, con quien había firmado un contrato en exclusividad) siendo aún una adolescente y sufriendo todo tipo de humillaciones y torturas. El férreo control psicológico que los magnates del estudio ejercieron sobre Judy es mostradas con absoluta simplicidad y plagado de todos los estereotipos posibles (una bajeza si consideramos que se trata de algo tan delicado como el maltrato psicológico infantil), aspecto que merma los valores de un film destinado a hacer lucir a su protagonista principal. Si bien este aspecto, en absoluto sutil, resta autenticidad a un retrato previsible acerca de la caída en desgracia de un icono de la gran pantalla, cabe mencionar la analogía trazada con su vida privada: en su ápice interpretativo, Judy fue la protagonista -en 1954- de la remake de “Nace una Estrella”, un relato ficcionado acerca de las tribulaciones y excesos de una estrella.

Como una cruel burla del destino, esta biopic certifica que el grado de tragedia alcanzado en vida por Garland provee su existencia de todos los condimentos necesarios que una buena biopic exige; tal como las modas indican. A tales efectos, la actuación que brinda Renee Zellweger, más allá de las limitaciones narrativas del film, es sumamente poderosa, copiando al detalle el lenguaje corporal de su musa inspiradora. Desnudando las inseguridades de un ser corroído por el estrellato nos lleva hacia el epicentro de su pesadilla. VaciadA de autoestima, sin embargo, logrará una interpretación final redentora, como todo manual condescendiente indica. Al regreso de su tour por Londres, esta diva caída en desgracia, quien peleaba por la custodia de sus hijos y había estado casada con el director Vicente Minelli, fallecería en Beverly Hills por sobredosis, en 1969. Tenía 47 años.