Jauja

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

El instinto de ficción

Un western patagónico, otra película de Lisandro Alonso sobre la soledad masculina, una fantasía metafísica o simplemente una película fantástica, Jauja, desde su primera exhibición en Cannes, es un objeto cinematográfico susceptible de interpretaciones disímiles.

Situado en el siglo XIX, en alguna región austral de Argentina y en plena Campaña del Desierto, el relato empieza con una peculiar conversación entre el capitán danés Gunnar Dinesen y su hija adolescente Ingeborg. El tratamiento formal sorprenderá: al ingeniero militar que interpreta Viggo Mortensen se lo verá de espaldas y el registro se mantendrá así durante toda la conversación. El encuadre es heterodoxo, no menos que la luz antinaturalista de la escena, la cual deja narrativamente en claro el vínculo filial y la intensificación de este en un contexto extranjero.

En los primeros minutos, Alonso presenta a (casi) todos sus personajes y los contextualiza en un paisaje histórico tan reconocible como difuso. Están los soldados, los criollos, los terratenientes, los extranjeros y los indios; ellos habitan el desierto, mientras se intuye la lenta construcción de una nación.

Con esta descripción, se podría esperar una evolución narrativa en torno a las tensiones sociales de la época, retomando una lógica política antagónica representada por el choque entre lo civilizatorio y lo bárbaro, lógica que ha signado la representación de este período. Si bien habrá algún que otro enfrentamiento entre los actores de aquel tiempo y un par de muertos, el interés de Alonso es el de siempre: un hombre se abismará en su soledad hasta perderse, aquí llevado por la búsqueda de su hija que, sin avisar, se escapó con un criollo. Pero no todo es lo que parece.

Cuando ya todo esté perdido, al escalar una montaña el capitán danés se cruzará con un misterioso perro. La profundidad de campo elegida para la escena acentúa la distancia y la sorpresa del encuentro: el animal y el hombre se miran, y el primero conducirá al segundo a una jurisdicción recóndita, de donde tal vez surgen todos los relatos posibles. Lo que viene después trastocará la representación y enviará la película al universo de lo fantástico.

Si bien un diálogo desafortunado de Jauja habilita una lectura metafísica de sus giros narrativos, la película también legitima otra vía más fecunda, a propósito de un personaje que tendrá una aparición inesperada, el cual formulará una pregunta que articula la totalidad de los planos: "¿Qué es aquello que hace que la vida continúe, que siga adelante?" El filme es en sí la respuesta directa, pues la triple puesta en abismo que se pone en juego en Jauja apunta a mirar respetuosamente cara a cara el instinto de ficción. Justamente, cuando el mundo mineral parece tragarse al capitán y condenarlo al silencio perpetuo, en el momento en que la piedra vence a la palabra, se invoca la ficción, esa acción simbólica que conjura el hastío y mueve a nuestra especie hacia delante.