Jauja

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Elocuente belleza en un southern con el sello de Alonso

Ninguna de las cuatro películas anteriores de Lisandro Alonso (La libertad, Los muertos, Fantasma y Liverpool) contaba con actores famosos. De hecho, el director utilizaba actores no profesionales. Hasta que llegó Jauja -que, a pesar de sus pocos diálogos, tiene más que todos sus otros films sumados-, protagonizada por Viggo Mortensen y con Ghita Nørby en un pequeño pero relevante papel. Los autores, los directores convencidos de su propio cine (o aquellos que convierten sus dudas en fructíferas respuestas a la pregunta de cómo filmar) mantienen su identidad por más estrella internacional que convoquen.

Mortensen potencia el cine de Alonso no solamente con una actuación de notable elocuencia, sino que además -por su presencia magnética, su fotogenia natural- se integra a la perfección a los encuadres refulgentes, claros, memorables del cine del realizador. Alonso tiene como eje de su cine a un hombre en un paisaje solitario incluso en su película "urbana", Fantasma: el paisaje del Teatro San Martín y la sala Lugones estaban casi vacíos (y el cine puede ser en muchas ocasiones una conexión solitaria).

Desde el afuera -como sea ese "afuera" del cine- entramos en Jauja, que nos recibe con un formato de imagen "académico" (cercano al cuadrado y con los bordes redondeados del cine primitivo). Allí se narra una historia patagónica de fines del siglo XIX: un danés, su hija de quince años, algunos escasos militares, la violencia desde y hacia los indios y algún personaje que se menta, se mitifica.

Alonso hace un western en la Patagonia, un southern, con un personaje danés. Un western que intercala tradiciones y modernidades -de Más corazón que odio de John Ford al existencialismo de Monte Hellman-, pero que nunca deja de ser una película convencida y convincente de Alonso. Y esto implica una deuda con su cine posterior al deslumbramiento y la libertad de La libertad, con planos que parecen detenerse y escenas que no se cierran hasta que queda excesivamente claro que son del director.

Pero también, y sobre todo porque es lo que permanece en la memoria, Jauja es una película de enorme belleza que se rarifica hasta llegar a un final deslumbrante, osado, conectivo. Y que se resuelve y define -o mejor dicho se redefine o se indefine- con un tercio final en el que Alonso suma diálogos, una voz que permanece, una música que no proviene de ninguna fuente sonora del relato, una intensidad dramática nueva y movimiento en una dirección narrativa. Y logra integrar eso en su cine de imágenes alucinantes (el director de fotografía es el finlandés Timo Salminen), de especial y fluido contacto con la naturaleza. Los elementos nuevos potencian la base conocida: Jauja es nueva para Alonso y a la vez es fiel a su cine de belleza inconfundible. Hay futuro en y desde el movimiento.
¡Mortensen al rescate!

La función para prensa de Jauja quedará en la memoria de muchos gracias a la falta de subtítulos en castellano para sus diálogos en danés. En las dos primeras conversaciones en ese idioma entre Mortensen y Agger, el contexto ayudaba a comprenderlas. Eso hizo que muchos pensaran que la ausencia de traducción era una decisión de Alonso hasta los minutos finales de la película, imposibles de comprender como fueron proyectados. Quedó claro que no era la elección de nadie cuando tras un crucial y extenso diálogo se cortó la película, se prendieron las luces y -mágicamente- apareció Viggo Mortensen en persona disculpándose porque "así no se entiende un carajo". Se resolvió volver a proyectar la secuencia y seguir hasta el final, ahora con los subtítulos.