Jauja

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

La otra mirada

El nuevo film de Lisandro Alonso arranca con un cartel que habla de la leyenda de Xauxa, una suerte de paraíso terrenal, un lugar mitológico que muchos han buscado desde tiempos inmemoriales.

Y precisamente de una búsqueda trata la que es su película más ambiciosa (en todo sentido) hasta la fecha. Ambiciosa porque tiene un nivel de producción varias veces más importante que en sus film anteriores, porque cuenta con una estrella de relieve internacional como Viggo Mortensen como protagonista (además de coproductor y músico), porque incursiona -con muchas libertades, es cierto- en el cine de época (con la ayuda del coguionista Fabián Casas), y porque por primera vez apuesta por lo narrativo sin por ello despegarse por completo de lo experimental.

El director de La libertad, Los muertos, Fantasma y Liverpool (película esta última con la que mantiene más de un punto en común) se traslada otra vez al Sur y, más precisamente, a los tiempos de la Conquista del Desierto (1882) para narrar las desventuras de un militar danés cuya hija adolescente se fuga con un soldado raso, petiso y criollo. En esa tierra inhóspita, en medio de trincheras y de la guerra contra el indio, el protagonista saldrá en busca de la joven quinceañera, mientras empieza a apreciar los estragos que ha causado en la región un legendario coronel llamado Zuluaga.

Si bien en el film hay un poco de todo (tiroteos, secuestros, persecuciones, torturas, cadáveres, encuentros místicos y más), Alonso nunca abandona del todo el estilo minimalista y contemplativo de sus trabajos previos. Hay, sí, elementos de género más fuertes (desde el western hasta el melodrama), pero el director no cede a la tentación de recurrir a resoluciones y golpes de efecto propios de un cine más industrial.

Puede que algunos vean a Jauja como la película más "convencional" de Alonso, pero no es mi caso. Es igual (o más) audaz que su obra anterior (con el riesgo adicional de estar hablada en buena parte en danés) y con una apuesta hasta metafísica y espiritual por demás arriesgada (con diferentes dimensiones y viajes temporales). Estamos ante un Alonso más maduro y más conciente de sus búsquedas y de las herramientas a su alcance, un realizador que apuesta al cambio sin traicionarse, que se plantea nuevos desafíos manteniéndose fiel y honesto a sus convicciones.

En Jauja -que se presenta en dos formatos distintos según la sala de exhibición (el 4:3 más angosto y el 16:9 más panorámico) y en la que trabajó por primera vez con el notable fotógrafo finlandés Timo Salminen, habitual colaborador de Aki Kaurismäki- hay algo del cine del portugués Miguel Gomes (sobre todo de Tabú) de -por qué no- La película del rey, de Carlos Sorín; de la filmografía del catalán Albert Serra (especialmente a la hora de apropiarse, revisitar y reescribir a su gusto la Historia, ya que lo más lógico hubiese sido que los protagonistas fuesen ingleses y no daneses), pero también esa capacidad para conseguir climas hipnóticos, oníricos y fascinantes.

Un director que no busca la poesía de manera premeditada, presuntuosa ni artifical, pero cuya extraña sensibilidad hace que sus imágenes posean una carga lírica y una belleza infrecuentes en el cine contemporáneo. Hay otra mirada y es para celebrar.