Jackie

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Tras una elogiada carrera en Chile, el director de Tony Manero, Post Mortem, No, El club y la reciente Neruda debutó en el cine norteamericano con un inusual y por momentos fascinante acercamiento a la figura de de Jacqueline Kennedy (Natalie Portman) durante las horas posteriores al asesinato de su marido y presidente de los Estados Unidos. El resultado de la película -nominada a tres premios Oscar- es en varios sentidos un poco desconcertante, pero -más allá de ciertos pasajes dominados por la frialdad y el cálculo- no deja de ser un film valioso.

Cualquier cinéfilo estaría en su derecho -a partir del inevitable prejuicio que en mayor o menor grado todos tenemos- de sospechar de la necesidad de que un director chileno como Pablo Larraín concretara su debut en inglés con una película sobre Jacqueline Kennedy concentrada sobre todo en los días posteriores al magnicidio de su marido, JFK, hasta entonces presidente de los Estados Unidos. Pero, si se analiza este film en relación con su obra previa y las obsesiones que el realizador viene sosteniendo desde hace ya varios años, se podrá apreciar que la elección no fue antojadiza ni caprichosa. El arte de la política, las disputas intestinas por el poder, la muerte de los líderes y el destino de los cadáveres, las cuestiones de la fe y los dilemas morales son temas centrales que reaparecen en Jackie luego de haber surgido en Post Mortem, No y El club.

Siguiendo con los prejuicios tampoco se podía esperar demasiado del guionista Noah Oppenheim, cuyos únicos antecedentes eran sendas incursiones en sagas adolescentes como Maze Runner: Correr o morir y Divergente la serie: Leal, pero -otra vez- el resultado es bastante más interesante de lo que se preveía.

Fiel al estilo caleidoscópico y a la estructura de rompecabezas de buena parte de su filmografía, Larraín va y viene en el tiempo, pendula entre situaciones épicas y momentos íntimos (con los primerísimos primeros planos y las miradas de Natalie Portman como principal argumento), entre cierta distancia inescrutable y pasajes (como la reconstrucción del momento del asesinato) muy crudos y de una violencia gráfica. Esa apuesta contradictoria -casi esquizofrénica- entre escenas en las que imperan la sutileza, el pudor y la elegancia, y otros que lucen demasiado forzados impiden que el resultado sea del todo convincente, pero no por ello el film carece de aciertos y valores.

El director de Tony Manero y Neruda (otra biopic muy poco convencional) propone como principal eje del relato una entrevista que un periodista a-la-Theodore White (Billy Crudup) le realiza a la flamante y atribulada viuda pocas horas después de la muerte de John Fitzgerald Kennedy. La charla -descarnada, desgarradora e “impublicable” en su mayor parte por los detalles escabrosos y las confesiones de Jackie- van dando lugar a distintos momentos: el momento de los disparos en aquel 22 de noviembre de 1963, el juramento y asunción de urgencia de Lyndon B. Johnson dentro de un avión, el momento en que ella se ducha y se saca la sangre del cuerpo, las imágenes en su casa fumando, bebiendo alcohol y escuchando a Richard Burton cantando como el rey Arturo en el musical Camelot, los preparativos del funeral que ella quiere sea similar al que tuvo Abraham Lincoln, el momento en que debe contarle la verdad a sus pequeños hijos, imágenes de archivo en los que ella aparece en un especial de la CBS en 1962 mostrando los interiores refaccionados de la Casa Blanca y así...

El resultado de este patchwork es un poco desconcertante y cierta distancia, frialdad y excesos voyeurísticos dificultan la conexión emocional con el vía crucis personal de la heroína, pero también es cierto que Jackie tiene varias secuencias fascinantes. Lo mismo ocurre con el trabajo de Natalie Portman (algo sobrevalorado para mi gusto), ya que por momentos la imitación de gestos, actitudes y tonos de voces luce demasiado calculada, aunque en otros alcanza a transmitir el profundo dolor, la frustración, la incomodidad y el desagrado que siente antes los hechos ocurridos y todo lo que se genera a su alrededor.

Para destacar también los aportes en papeles secundarios de Greta Gerwig (la incondicional asistenta de Jackie), Peter Sarsgaard (Bobby Kennedy), Max Casella (el manipulador asistente de Lyndon B. Johnson) y John Hurt (en uno de sus últimos trabajos como el cura con el que ella de alguna manera se confiesa), entre varios otros. La música climática de Mica Levi y la fotografía granulada y melancólica de Stéphane Fontaine ayudan a construir esas atmósferas donde imperan la tristeza y la certeza de un fin de ciclo (de una mujer y de todo un país) marcado por la violencia y la tragedia.