J. Edgar

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Vigilar y castigar

No entiendo a la mayoría de los críticos norteamericanos (no todos; hay honrosas excepciones como Manohla Dargis, Roger Ebert y Peter Travis) que destruyó a este nueva película de Clint Eastwood porque, coincidían casi todos, sería demasiado sensible y condescendiente en su retrato de J. Edgar Hoover, quien durante casi cinco décadas (de 1924 hasta su muerte en 1972) dirigió con mano dura (muy dura) el FBI.

Yo creo, en cambio, que la película no es tan positiva hacia el protagonista como se quiere creer y que en realidad lo que les molestó a tantos colegas detractores es que no fuese explícita, enfáticamente crítica hacia la carrera del despiadado y megalómano funcionario, que resisitió a fuerza de chantajes y extorsiones a ¡siete! administraciones presidenciales (Coolidge, Hoover, Roosevelt, Truman, Eisenhower, Kennedy, Johnson y Nixon).

Lo que Eastwood no hace (y para mi gusto es uno de los grandes méritos del film) es juzgar a JEH. Explora tanto su vida privada (la sumisión hacia su madre, la relación homosexual nunca explicitada con su principal asistente) como su faceta pública (desde los sonados casos del asesinato de John Dillinger hasta el secuestro y muerte del bebé del famoso aviador Charles Lindbergh), pasando por sus aportes a la investigación forense, el uso científico de las huellas digitales, el archivo sistemático de los antecedentes de las personas y su obsesión por vigilar y castigar a todo aquel que cometiera algún desliz según su rígida estructura moral.

Que Eastwood es un notable narrador clásico (sus películas fluyen siempre sin esfuerzo, incluso cuando aquí recurre todo el tiempo a la voz en off del propio JEH, a innumerables flashbacks y a nutridas capas de maquillajes para avejentar a los personajes) no es algo que yo vaya a descubrir aquí y ahora, pero el maestro lo logra con un género bastante riesgoso y hostil como la biopic y con un ambicioso guión de Dustin Lance Black (el mismo de Milk) que aborda desde el amor sublimado hasta la doble faceta contradictoria de represor-reprimido del protagonista.

Di Caprio está muy bien en este verdadero tour-de-force actoral en el estilo de estrella clásica de Hollywood (el mismo de Titanic o El aviador), mientras que también se lucen en papeles secundarios Judi Dench como su tiránica y manipuladora madre; Naomi Watts como su fiel secretaria y, sobre todo, Armie Hammes, como Clyde Tolson, el subdirector del FBI, compañero y confidente de toda la vida de JEH. Un elenco a la medida de una película que recorre en poco más de dos horas buena parte de la historia estadounidense del siglo XX de la mano de un gran (y sabio) cineasta.