Ismael

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

Las cosas sencillas de la vida

El padre mira un pin que lleva el hijo en su solapa con una inscripción en latín, “¿qué quiere decir?”, le pregunta: “atrévete a saber”, responde el crío. Otro momento, otro lugar. El niño le dice al padre “yo te voy a enseñar”. Y nuevamente la pregunta: “¿a qué?”. “A ser padre”, es la respuesta. El niño es Ismael, y la película adopta su nombre. Esas dos escenas estaban en el tráiler de Ismael, y nos hacían prever lo peor: película que trata sobre un niño que busca a su padre, con musicalización sensiblera y la dirección de Marcelo Piñeyro, un tipo que si alguna vez fue mínimamente interesante, ya se olvidó. Es decir: un producto lacrimógeno, obvio, repleto de bajadas de líneas y frases new age sobre cómo ser mejores en la vida. Por suerte, Ismael es bastante mejor que eso y queda demostrado que los tráilers muchas veces le hacen mal a las películas.
Tampoco es que resulte una obra maestra, pero tampoco lo busca. Es un film muy honesto, sobre gente que no sabe qué hacer con su vida y que se encuentra en una etapa de aceptación de su pasado. Precisamente en su contención y eliminación de todo exceso melodramático -sin dejar de ser melodrama- está lo mejor de este film. Claro que algunos conflictos parecieran haber salido de una telenovela, pero hay desde el guión firmado por Verónica Fernández, Marcelo Figueras y el propio Piñeyro una total asimilación de eso. Ellos saben con el material que cuentan, y en Ismael pareciera que juegan un reto: ¿y si es posible abordar estas historias del corazón sin mayores estridencias y dejando de lado el golpe bajo para la tribuna? En ese sentido habría que decir que la apuesta salió muy bien.
En primera instancia Ismael se preocupa por construir personajes con dimensiones. Sus primeros minutos, donde el tablero de personajes se va desandando con calma y sin prisas da un poco la pauta de lo que puede venir. A excepción del propio Ismael, que es sí el personaje que peor sale parado porque está puesto ahí para generar reflexiones en los otros y por momentos actúa demasiado maduro para un niño de su edad, el resto es una sucesión de personajes funcionales pero efectivos. Y en segunda instancia, el film cuenta con actuaciones notables que abordan excelentemente esos roles, especialmente Belén Rueda y Sergi López que juegan una subtrama muy cálida que descomprime el drama central.
Porque si la película tiene un gran acierto es que se construye sobre la búsqueda de Ismael, pero se lateraliza y elabora al menos tres subtramas atractivas: el apuntado romance entre Rueda y López; el vínculo del padre de Ismael con su madre; y lo que pasa entre la madre del niño y su marido, padre adoptivo del pequeño. Son conflictos de a dos, que nunca se amontonan y tienen especial correlación entre sí: lo que ocurre en un apartado tiene incidencia en el otro. La obra de Piñeyro luce para nada espontánea, pero su entramado de ingeniería hace gala de buenas mañas por parte del realizador y los guionistas. Si Piñeyro demuestra un talento aquí, es el de manejar con maestría a su elenco y -fundamentalmente- sacar chapa de profesional: es una película con oficio, y que se nota.
Hay romances que quedaron truncos y amenazan con volver; hay hombres que ven su lugar socavado; hay madres e hijos que no terminan de cuajar un vínculo; hay adultos enamorados de forma adulta. Por suerte hay bastante en la película, y ese bastante está muy bien contado: nada resuena excesivo, nada luce antojadizo. Ismael es una obra cálida que demuestra que cualquier historia puede ser contada de la manera que a uno se le ocurra si las intenciones son positivas.