Invitación al infierno

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

MÁS DISEÑO QUE HORROR

Hay un momento donde, sin necesariamente sorprender, Invitación al infierno logra sacudir al espectador. Es una secuencia ya entrada la segunda mitad del metraje, donde la película muestra todas sus cartas y se deja llevar por lo que propone su relato, acercándose a lo perturbador. Pero son apenas unos minutos en un film demasiado preocupado por conectar con un público formado a partir de franquicias artificiales como La Saga Crepúsculo o 50 sombras de Grey.

En el argumento de Invitación al infierno había también un obstáculo de base, ya que requiere una fuerte suspensión de credulidad, en el sentido de aceptar como creíble lo increíble. Tenemos a Evie (Nathalie Emmanuel, siempre tan bella como irreal), una joven de clase trabajadora luchando por terminar su carrera como artista en Nueva York, que tiene una única amiga, escasa suerte en el amor y que todavía no logra superar el duelo por el fallecimiento de su madre. Medio por casualidad, se inscribe en un programa y se somete a una prueba de ADN, para terminar descubriendo a un primo lejano de Inglaterra, quien la invita a una boda en su país. Hacía allí parte Evie, encontrándose en una mansión de ensueño -y también un poco inquietante- en medio de la campiña inglesa, fascinada con todo lo que ve, enamorándose casi a primera vista del encantador dueño de la propiedad y sin hacerle mucho caso a todas las cosas raras que ocurren en el lugar. Hasta que, obviamente, se revelan las verdaderas razones detrás de tan amable y espontánea invitación, cuando ya es muy tarde para escapar. Todo medio rebuscado y hasta inverosímil, pero sostenible en las manos adecuadas.

Lamentablemente, no hay nadie medianamente capacitado al mando de la película. Si el guión de Blair Butler redunda en explicaciones y gasta demasiados minutos en llegar a lo que realmente tiene para contar, la directora Jessica M. Thompson filma todo con un tono que alterna entre lo meloso y lo efectista. De ahí que todo sea impostado y trillado, sin imaginación para crear atmósferas realmente inquietantes, más allá de algunas ideas sólidas, pero aisladas entre sí. Y, después de la vuelta de tuerca mencionada previamente, la película no levanta, todo vuelve a ser rutinario y predecible, hasta arribar a resoluciones tan tranquilizadoras como forzadas.

Con una puesta más preocupada por los rubros técnicos -lo que más se termina destacando es el vestuario y la dirección de arte-, Invitación al infierno es puro diseño y casi nada de horror. Y encima trae una bajada de línea feminista totalmente tirada de los pelos. Lo que se dice cine de terror tan brilloso como efímero.