Intruso

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

De a poco la tecnología va absorbiendo al hombre y su entorno. De a poco sus términos comienzan a circular en el lenguaje cotidiano sin miramientos, tornándose naturales y hasta reemplazando a los términos originales que se utilizaban para hablar o referir a los mismos.
En parte “Intruso” (USA, 2016), de Travis Z, un realizador que viene pisando fuerte en el cine de género clase B, toma la palabra “stalker”, que da nombre al título original, para narrar la historia de una mujer que, sin saberlo, es acosada constantemente por un misterioso hombre, quien, principalmente, la acecha mientras ella descansa y en su propia casa.
Cientos de miles de veces el cine ha trabajado con estas premisas, en las que una víctima es acosada dentro de su casa y luego se desarrollan otros puntos para aumentar el conflicto y la tensión necesaria para que el film funcione.
Pero en “Intruso” la idea disparadora es la que permanecerá durante todo el relato como única posibilidad narrativa, por lo que su débil estructura, su flojo, flojísimo guion, cae cual efecto dominó a pocos minutos de empezada la acción descubriendo no sólo quién es la persona que acecha a la protagonista, sino, principalmente, la inconsistencia del relato.
En “Intruso” todo comienza con esa dicotomía, la de contar qué es aquello que está pasando delante de las narices de la protagonista, y, por otro lado, al ser cómplices del relato, y teniendo los espectadores mucha más información, se va configurando una particular narración en la que predomina, lamentablemente, el afuera, y un cuerpo del que no se sabrá de dónde proviene y por qué acosa a la mujer
Cuando hace algunos años “Sliver: Invasión a la privacidad” con Sharon Stone planteaba la lábil línea entre el hacer, el no hacer y la desidia, amparándose en los avances tecnológicos como disparador de conflicto y acecho, “Intrusos” olvida sus antecedentes y pretende construir un misterio sobre una verdad revelada.
Pero en “Intruso” el problema, además, se potencia, porque no hay un interés, o no se lo genera, sobre la figura de la protagonista, que sólo es presentada como personaje y nunca logra trascender la cuarta pared para poder empatizar con ella.
Elizabeth (Louise Linton) tiene un puesto en una orquesta y en la que ha depositado muchas expectativas ante el abismo y el mal momento que está viviendo con su pareja. Mientras aguarda por unos días el regreso de éste, ve como sus días se alargan entre copas de vinos, llamados telefónicos y la posibilidad de nuevos horizontes.
Pero cuando se da cuenta que la presión que recibe por lograr ser la mejor en lo suyo comienza a chocar con todos sus planes, Elizabeth decidirá bajar los brazos y recluirse en su casa a la espera de buenas nuevas.
Justamente lo que no sabrá, es que mientras está en su casa con sus rutinas y costumbres, un extraño la acompañará disfrutando del placer de verla y de poder sentirse parte de esa vida.
Travis Z no logra nunca transmitir la tensión necesaria para sostener durante hora y media el conflicto, y muchos menos avanzar en la progresión dramática sin recurrir a efectos sorpresa, básicos para asustar, aunque no logra nunca hacerlo. Se apoya, además, en una banda sonora pobre que sólo busca remarcar la alicaída trama, en la que ni siquiera el “revelador” giro al final puede recuperar el tiempo que al espectador le ha hecho perder.