Interestelar

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Una película que son muchas

Entre la ciencia ficción, el new age y la acción y el suspenso, el filme es un caldo espeso en el que hay que creer. O no.

Es (¿era?) la película más esperada de esta parte de la temporada. La nueva creación de Christopher Nolan, uno de los pocos grandes talentos que le quedan al cine mainstream, el cerebro que realizó la última trilogía de Batman. El hombre que no tolera que las compañías le impongan condiciones en sus producciones. El que no acepta el 3D.

El que se lanzó al espacio, o a la pileta, con todo. Con todo su ingenio y también su egocentrismo.

¿Qué es Interestelar? ¿Una fábula new age? ¿Un filme sobre quiénes somos? ¿Una película de ciencia ficción? ¿Una de acción y suspenso? ¿Una producción en la que, si el espectador no acepta ciertas convenciones, se queda definitivamente afuera?

En el cine de Nolan las tramas importan, pero más sus ideas, sus disparadores, que gatillan lo suficientemente atractivos como para atraparnos de inmediato. Piensen en Memento. Recuerden Noches blancas. Evoquen cómo presenta a Bane en la última Batman.

Interestelar comienza en un futuro no preciso, pero no muy lejano, en una granja donde insistentes tormentas de polvo lo cubren todo. Hay indicios de que el orden global cambió. Se suelta por allí que ya no hay ejércitos. Y que lo que necesita el mundo es, además de amor, comida.

Cooper (Matthew McConaughey recuperado de la falta de peso de El club de los desahuciados por la que ganó este año el Oscar) es un granjero que en el pasado fue piloto de la NASA. Sin haber visto el trailer, pero con ese título, o simplemente observando el afiche, sabemos que Cooper viajará al espacio exterior.

La cuestión pasa a ser, no para qué -para salvar a la humanidad-, sino la manera. La forma.

Cooper, y otros astronautas, viajan a través de un agujero negro.

Nolan había sido muy erudito en El origen, película que muchoa amamos y que otros tantos aborrecen, porque decían que el director parecía creérsela. Como si le endilgara en el rostro al espectador miren lo ingenioso e inteligente que soy. Pero en El origen las vueltas del relato lo justificaban plenamente.

Aquí…

Aquí hay que creer. Creer en las cinco dimensiones, creer en “ellos”, en que alguien posibilita a los humanos ese camino a la salvación, para que envíen naves a través de ese agujero negro, a ver si es posible colonizar otro planeta y que sea habitable. Crer que “la gravedad puede al tiempo” y al espacio. Hay que creer mucho para entregarse a Interestelar.

Cuánto lo decidirá cada espectador.

Dentro de la inventiva de los Nolan (Jonathan, su hermano, es el coguionista) hay mucho homenaje. El H.A.L. de 2001 está corporizado en una inteligencia artificial que camina. Hay algo de Inteligencia artificial, de Spielberg. Hay mucho de mucho, y cuando uno encuentra similitudes, ¿será que le resulta más atractivo buscarlas que zambullirse en lo que le ofrecen?

Visualmente impactante, con un elenco impresionante -no conviene ni siquiera nombrarlo, para reservarle las sorpresas a los espectadores-, las estrellas que hacen este viaje a las estrellas terminan siendo lo de menos.

Para disfrutar de Interestelar hay que confiar, casi ciegamente, en lo que le están contando.