Instrucciones para flotar un muerto

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Dirigida y escrita por Nadir Medina, “Instrucciones para flotar un muerto” es una película cordobesa que retrata un duelo, una ausencia. Algo que de manera muy reciente también hizo Mercedes Laborde con “El año del león”; aún en alguna cartelera, pero en este caso de una manera diferente, más visceral.
La ausencia es invisible y no se puede tocar, y sin embargo se siente en todo el cuerpo. Jesica y Pablo son dos amigos que no se veían desde hace muchos años. La película comienza, luego de un intrigante prólogo que remite a un suicidio, cuando Jesica regresa de Madrid, donde estuvo viviendo desde hacía mucho tiempo.
En ese departamento sucederá gran parte de la película, aquel donde Pablo intenta seguir con su vida mientras no puede terminar sus estudios, no soporta trabajar en el hospital junto a su padre, y deambula entre alguna relación más íntima. La llegada de Jesica es tranquila y sin embargo irrumpe, algo sucede.
Entre los dos hay alguien más, alguien que no está. Allí es cuando la ausencia se torna casi palpable. Medina narra su película a través de pequeños momentos, momentos que se estiran para que cobren cierta naturalidad. Es sutil en el desarrollo de lo que va sucediendo especialmente entre ellos dos, aunque aparezcan personajes de afuera.
Una nueva conquista de Pablo o viejos amigos a los que casi no se reconocen ya reunidos en una terraza en medio de algo que no sabe bien qué es. Es un relato construido con paciencia y a su tiempo, a través de pequeños momentos de una aparente cotidianeidad, y no por eso lento ni aburrido.
Al contrario, siempre resulta atrapante, uno nunca quiere dejar de mirar. La cámara se apoya en detalles que a veces podrían ser imperceptibles, como ciertas esquinas del departamento aparentemente vacías. A la larga la ausencia es una presencia, está ahí, y Medina la retrata de una manera hasta poética. Jazmín Stuart y Santiago San Paulo son los dos actores que le ponen el cuerpo a esta etapa de un duelo que no parece nunca ser superado.
No hasta que puedan dejar ir sin dejarse ir ellos mismos. Pequeña y sutil, y al mismo tiempo profunda e intimista, Instrucciones para flotar un muerto resulta una buena película sobre la ausencia y el modo, diferente, que cada uno tiene de lidiar con ella. Modos que a veces se encuentran y otras tantas se desencuentran. Pero son batallas que siempre hay que luchar.