Inferno

Crítica de Benjamín Harguindey - EscribiendoCine

Abandonad toda esperanza

De todas las películas dirigidas por Ron Howard y basadas en novelas de Dan Brown, Inferno (2016) es la menos excitante, porque no posee la perspectiva histórica de sus otras ficciones ni se juega por especulaciones interesantes. Es un thriller a contrarreloj como El código Da Vinci (The Da Vinci Code, 2006) y Ángeles y Demonios (Angels & Demons, 2009), pero por primera vez no comete la osadía de opinar sobre la religión. De hecho no opina sobre nada en particular.

El tema central supuestamente es Dante, aquel quien a la mitad del camino de su vida, perdido el recto sendero, se encontrara en una selva oscura y al proverbial Infierno bajara. La trama transcurre mayormente en Florencia y efectivamente la máscara funeraria de Dante es uno de los MacGuffin de turno, pero la realidad es que el film no tiene nada para decir sobre el poeta, su obra o su visión. El código Da Vinci aunque sea enhebraba a Leonardo en su (absurda) trama; Inferno en cambio usa a Dante para embalar una historia que no tiene nada que ver con él.

La trama sonará familiar a los lectores de Dan Brown, si aún los tiene: hay un asesinato, el académico Robert Langdon se ve involucrado, se le suma una joven y sexy acompañante, recorre varios edificios emblemáticos de Europa sin hacer una sola fila, descifra algunos acertijos gracias a una mezcla de suerte y talento, alguien que parecía estar ayudándolo lo traiciona y finalmente el objeto que estuvo buscando todo el tiempo explota o no explota. He aquí el resumen de los últimos cuatro libros de Brown, y de los próximos cuatro también.

No hay nada malo per se en apegarse a una fórmula, que es lo que todos aman de aventureros de la vieja escuela como James Bond o Indiana Jones. Aquí el problema quizás sea Langdon, quien a pesar de estar interpretado por el infinitamente simpático Tom Hanks es un personaje sin carisma o misterio. O que sus historias tienen forma de aventuras extraordinarias, llenas de hazañas improbables y momentos absurdos, pero insisten en ser tomadas con absoluta gravedad.

Habiendo depurado toda cuestión religiosa de la trama, el tema a tratar es el problema de la superpoblación, lo cual es más urgente que viejas teorías conspirativas sobre los caballeros templarios o la progenie de Jesús, pero mucho menos escandaloso o divertido. Y sin embargo la película tiene cero interés en desarrollar el tema. Al principio de todo se expone la problemática a partir de la cual se desprende la historia (el villano quiere “regular” la superpoblación mundial con una pandemia viral), la película no toma posición ni lo vuelve a tocar.

Lo que le falta a Inferno es una sensibilidad más hitchcockiana de las cosas. ¿Qué son estas historias sino versiones de lo que hacía Hitchcock? Asesinatos asombrosos, hombres que sabían demasiado, perseguidos por crímenes que no cometieron, con locaciones exóticas y glamorosas a plena disposición y por supuesto el MacGuffin, aquel objeto que existe porque todo el mundo lo está buscando. El film tiene todo esto (énfasis en locaciones preciosas) pero carece de humor, ingenio o entusiasmo: es una película “mandada a hacer”, con el factor de entretenimiento mínimo y necesario para justificar su existencia y nada más. En una realidad en la que Ron Howard y Tom Hanks se bajaron de la franquicia hace rato, Inferno es el tipo de secuela tardía que con suerte saldría directo a DVD.