Indiana Jones y el dial del destino

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Los cazadores del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981) es una de las películas más influyentes de la historia del cine mundial. Su peso en la cultura popular excede por mucho al cine de aventuras y alcanza a la televisión, los videojuegos, la música, los cómics e incluso la literatura. Hace tiempo que pasó a la categoría de película citada e imitada incluso por aquellos que jamás la han visto. Pero para esa inmensidad de espectadores que han podido disfrutarla, Los cazadores del arca perdida es el nacimiento de uno de los más grandes héroes de todos los tiempos: Indiana Jones. Nos encontramos ahora en el año 2023, frente a su última aventura tal cual hemos conocido al personaje, es decir interpretado por Harrison Ford. Es el fin de una era el estreno de esta quinta película, pero el imaginario de este largometraje no morirá nunca.

Indiana Jones y el dial del destino (Indiana Jones & The Dial of Destiny, 2023) tiene muy presente el lugar que ocupa y su director, James Mangold, sabe perfectamente que no puede competir contra el realizador de los cuatro primeros largometrajes, Steven Spielberg. Los guionistas toman la historia escrita originalmente por George Lucas y Philip Kaufman y hacen una recreación respetuosa e inteligente de los cuatro films anteriores. El propio director James Mangold participó del guión, así como también David Koepp (Jurassic Park, Carlito´s Way, Misión: Imposible, Ojos de serpiente, Guerra de los mundos) y finalmente los dos guionistas principales Jez Butterworth y John-Henry Butterworth, autores previamente de Ford vs Ferrari y Edge of Tomorrow. El equipo hizo lo mejor que se puede hacer hoy en día con un personaje así y es estar a su servicio. Claro que ha cambiado con el paso de las décadas, pero desde el punto de vista cinematográfico es impecable como se ha encontrado la forma de darle lógica y continuidad.

El personaje de Indiana Jones tiene su primera aventura en el año 1936 en Los cazadores del arca perdida y 1935 en Indiana Jones y el templo de la perdición. En Indiana Jones y la última cruzada la historia central está ubicada en 1938 y el prólogo de su adolescencia en 1912. Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal transcurre en 1957 y finalmente Indiana Jones y el dial del destino en 1944 y 1969. Cuarenta y dos años de historia del cine en los cuales su actor y varios secundarios envejecieron a la par del personaje. Pero dentro de los largometrajes el tiempo transcurrido es menor, de tan solo treinta y tres años desde que lo conocimos hasta hoy. Por suerte las últimas dos películas han puesto esto como parte de la trama, asumiendo la vejez del Dr. Jones en lugar de intentar disimularla. Es sabido que Harrison Ford pidió expresamente, y con mucho sentido común, que su vejez fuera parte de la trama.

Indiana Jones y el dial del destino tiene un espectacular prólogo en 1944, donde el protagonista pelea contra los nazis junto con la ayuda de su amigo Basil Shaw (Toby Jones) y encuentran el artefacto que será el MacGuffin de la trama, como antes lo fueron otros objetos. Es decir un objeto que dispara la búsqueda y la aventura, que hace avanzar la trama. Es verdad que en este caso esta excusa tiene una fuerza extra que la conecta con todo el espíritu de la película. Pero siempre es un punto de partida para lanzarse de lleno al entretenimiento. Allí, en ese gran prólogo, se presenta al villano, el científico nazi Jürgen Voller (Mads Mikkelsen), quien disputará ese trofeo cuyo valor puede definir la historia de la humanidad.

La acción principal transcurrirá en 1969. Un Indiana Jones viejo, aturdido por la música de The Beatles a todo volumen –Magical Mistery Tour, nada menos- y en el día de su jubilación como profesor. A nadie le importa la arqueología y el pasado, el mundo se rinde a los pies de la llegada del hombre a la Luna y la era espacial. Las alumnas ya no están enamoradas del profesor y no hay interés en sus clases. La única excepción a esta falta de amor por la historia es una joven desconocida, que resultará ser Helena Shaw (Phoebe Waller-Bridge) la hija de Basil, ahijada de Indy, tan conocedora de la historia como él. Ella renovará el espíritu de aventuras del héroe y lo lanzará a una nueva y final búsqueda del tesoro.

Indiana Jones y el dial del destino encierra en estas primeras secuencias dos elementos fundamentales de su ética y su mirada del mundo. Por un lado los nazis son siempre nazis y se los combate, en cualquier época y lugar, aunque el propio gobierno de Estados Unidos les haya dado un espacio para ganar la carrera espacial (Jürgen Voller es la versión de ficción de Wernher von Braun, el científico nazi que fue reclutado por la NASA). Y por otro lado, hay una declaración de principios con respecto al cine. Indiana Jones es una aventura de la vieja escuela, no sólo por un personaje de otra época, sino por la limitación a los disparates propios del cine actual que arrasan (o arrasaban hasta un par de años) en la taquilla. La película se ve de otra época no sólo por lo que hace sino por lo que evita hacer. No es un largometraje barroco, excesivo ni confuso. Todo está concentrado -en el guión y la puesta en escena- en sus personajes centrales, sin estar perdiendo el tiempo con una multiplicación de sub historias o detalles visuales inútiles. Aunque es una fantasía, transcurre en un mundo cinematográficamente real.

Indiana Jones y el dial del destino debería servir también para explicar porqué fue tan injustamente maltratada Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal. Luego de una trilogía perfecta cuyo legado es inmortal, pasaron muchos años y la revolución digital en el medio. En el 2008 fue demasiado impactante ver ese cambio. La forma condiciona el contenido, pero el contenido no era malo en ese caso, simplemente había cambiado el mundo, el del cine y el de Indiana. Del imaginario del cine de aventuras al de la Guerra fría y la ciencia ficción. Fue demasiado para aceptar en aquel momento. Ahora se lo puede aceptar y sumarle este quinto film, que busca no chocar contra los límites ni pedirle al espectador un giro tan violento de paradigma como lo había el cuarto título de la serie. Digamos que la cuarta película pagó el precio del cambio de época y ahora ya no es un problema.

Indiana Jones es Harrison Ford y él se siente tan a gusto con el papel como cualquiera pueda imaginar. Es el personaje de su vida y el éxito de la película se debe en gran parte a él. Lo mismo que se podría decir de la música de John Williams, hoy tan identificada con la historia como el propio Ford. Pero ninguno de ellos habría alcanzado sin las ideas de George Lucas y su deseo de homenajear al cine de las primeras décadas del siglo XX y su pasión por el folletín decimonónico. Aquella creación no pudo encontrar mejor director que Steven Spielberg. En la cumbre de su energía el realizador puso todo en Los cazadores del Arca perdida (hoy llamada Indiana Jones y los cazadores del Arca perdida) y eso fue la que la convirtió en el clásico absoluto de la historia del cine. En este, el primer film de Indiana Jones sin él, su ausencia intenta pasar desapercibida al no imitar su estilo. James Mangold es un buen director, pero no es Spielberg y, por suerte, no intenta serlo. La chispa de la perfección juguetona que Spielberg utilizó en sus películas de Indiana Jones es incomparable. Tampoco Phedon Papamichael, sin duda un gran director de fotografía, tiene el talento de Douglas Slocombe, el responsable de la luz en los primeros tres films. Cuando Spielberg dirigió la cuarta, no le quedó otra elección que trabajar con otro fotógrafo, pero eligió al enorme Janusz Kamiński quien ha sido su mano derecha durante décadas. Kamiński sí imitó al estilo Slocombe de forma asombrosa, pero esto tenía lógica al conocer a fondo a Spielberg. Acá la estética tiene mucho en común, pero es otro rumbo. Y, por supuesto, tampoco está Michael Kahn, el gran montajista de Spielberg.

Sin embargo, gran parte del equipo que trabaja en Indiana Jones y el dial del destino es el de Ford vs Ferrari, una gran película de sensibilidad clásica ambientada también en la década del sesenta. Le llamamos narración clásica a las películas que están bien filmadas, cosa que hoy en día ocurre cada vez menos. Los tiempos cambian y, como el Dr. Jones, también debemos aceptar que cambia la forma de contar. El clasicismo ha evolucionado. Lo que hace ochenta años conocíamos como narración clásica hoy sería llamativamente moderno por la diferencia con el resto del cine. En esta quinta entrega simplemente se disfruta de una historia bien contada, un relato sobre el paso del tiempo y también un renunciamiento al espíritu trágico. Indiana Jones tuvo, desde siempre, un gran corazón por las personas más que por los objetos que buscaba. Siempre era más importante rescatar a alguien o salvarle la vida que conseguir un logro para la posteridad. En eso también consiste su ligereza y su falta de solemnidad, incluso al tratar temas importantes o sucesos terribles de la historia. Indiana Jones es la única saga que hace chistes contra los nazis, siempre los hizo y hoy parece más osado que nunca.

El humor también está presente aquí y responde a la misma sensibilidad que los títulos anteriores. Tal vez sea incomprensible para las nuevas generaciones o tal vez no, pero los seguidores originales de la saga reconocerán absolutamente todo, incluyendo uno de los finales más bellos que se hayan podido escribir para el personaje. La búsqueda del Grial era la búsqueda final de la mitología artúrica y así se cerraba la trilogía inicial. Acá el tiempo es la pieza clave y el mencionado final alude justamente a eso. Indiana Jones y el dial del destino es una gran película que no intenta superar a las películas de Spielberg, sino tomar la posta para acompañar al personaje. En ese aspecto es humilde y muy noble, pero también inteligente, porque eso la eleva. Tiene todo aquello que buscamos y también han usado todos luego de la aparición del personaje en la historia del cine. La nostalgia puede afectarnos a los que nos hemos sentido parte de esta historia cinematográfica de cuarenta y dos años. Pero nuestro amor por estas películas no es nostálgico, es auténtico. Nos enamoramos del cine y permitimos que nos cambie la vida por películas así. Yo no nací en el siglo XIX pero amo las novelas de aventura que se publicaban en esa época. Tampoco había nacido cuando el cine de Fritz Lang o el Hollywood clásico nos mostraba la versión audiovisual de esas historias. Hay que pensar que una nueva generación entenderá y disfrutará de Indiana Jones como ya lo está haciendo desde hace años. También es un sincero y contundente relato sobre un héroe viejo y cansado, pero peleando por encontrar el rumbo. Una última aventura es la mejor manera de mantenerse en carrera y los nuevos personajes traen esa energía en forma renovación generacional pero de forma más armónica que en la entrega anterior. Cuesta despedirse, pero la tarea está cumplida. Sólo resta sentirse agradecidos por haber sido contemporáneos de estas cinco películas a las que podemos volver una y mil veces por el resto del tiempo que nos quede por delante.