Humo bajo el agua

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

En Humo bajo el agua Mariano Martínez y Rodrigo Guirao Díaz son amigos de niños, amantes de adultos

Uno es peón en la estancia del otro. Luis Brandoni es el padre del personaje de Martínez.

Tarda, en Humo bajo el agua, en aparecer el centro de la cuestión, pero como tanto Mariano Martínez como Rodrigo Guirao Díaz lo han hecho público en estos días, digamos que lo que narra la película es una historia de amor entre sus dos personajes.

Son Julián y Patricio, el hijo de un capataz de una estancia y el del estanciero, que desde hace muchos años no se ven, y tenían, ya desde la infancia, una amistad que se fue transformando, hasta que el hijo del padre rico se marcha a la ciudad.

Hay rumores de que, tras la muerte de su padre, Patricio termine por vender los campos, con la consabida inestabilidad que eso generaría en la familia de Julián, compuesta por su madre (Norma Argentina) y su padre (Luis Brandoni). Es este último el que tiene pensamientos algo atrasados, por no decir retrógrados, al margen de no ver bien a Patricio, porque ni apareció cuando murió el estanciero.

Así que un buen día, cuando Patricio regrese, se encontrará con que Julián está de novio con la hija de otro estanciero, con quien planean casarse. Patricio ya está casado y tiene dos hijos, y con su familia llega hasta el lugar.

Humo bajo el agua, que no tiene nada que ver con el tema de Deep Purple Smoke On the Water, hace referencia a ciertos cigarrillos compartidos por los amigos en el río. Es más, el tema principal fue compuesto por Axel, cuyo título Cambiar el destino es más que explícito acerca de lo que sucede en el filme.

Es 1984, la democracia se ha recuperado, pero dentro de ese marco -del que no se hace demasiada referencia, más que el de indicar la fecha en que transcurre la trama- son más fuertes las libertades con las que se sienten, o comienzan a sentirse, ambos personajes.

Apostar al amor
El entorno puede ser hostil -el hermano de la prometida de Julián es gay, y su padre (David Di Nápoli, que hace poco hizo El acompañamiento en teatro con Brandoni) lo trata de maricón y lo margina hasta durante un almuerzo-, pero el filme apunta a que hay que apostar por el amor.

Un amor que, hay que decirlo, nunca llega a ser una pasión desenfrenada en las imágenes, porque los directores Julio Midú y Fabio Junco plantean y ponen en escena todo con absoluta sobriedad.

Mariano Martínez es más protagonista que Guirao Díaz, es más activo entre los trabajos del campo, arreando vacas, arreglando alambrados, y máquinas de cultivo. Su personaje es el que evidentemente más evoluciona o presenta más cambios que Patricio.

La química entre ambos actores hasta es mayor que la que se percibe -seguramente habrá sido adrede- entre ellos y sus respectivas parejas mujeres. Brandoni y Argentina cumplen roles más secundarios, pero el guion no les permite explayarse o tener momentos como para su propio lucimiento.