Hombre irracional

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Pocas cosas intrigan más a Woody Allen que la realización del “crimen perfecto”. Otras de sus obsesiones (personales ya, por cierto) es aquella que se deriva de la relación entre docentes y alumnas, y cómo de la proyección en esa relación se termina en una situación amorosa involuntaria, en muchas ocasiones y sesgada por la pasión irrefrenable.
Estos temas han sido recurrentes en su filmografía, pero en “Hombre Irracional” (USA, 2015), su último opus, la apoteosis fílmica se produce cuando Allen se permite construir un relato nervioso, esquivo y luminoso, sobre un hipotético crimen, el que terminará en una confusión generalizada y un desenlace inesperado, a la altura de la propuesta.
En “Hombre Irracional” hay un personaje central detestable, molesto, casi repelente, llamado Abe (Joaquin Phoenix), un docente de filosofía universitario que despierta tantas adhesiones como rechazos en el campus.
Recién llegado a una pequeña localidad, los rumores sobre su persona y hábitos, pero también sobre su maravillosa capacidad para reflexionar sobre la vida, la muerte y los caminos del saber, le permiten manejarse con soltura a pesar de estar siendo controlado por todo el mundo.
Una joven estudiante, hija de una de las familias más representativas de la localidad, Jill (Emma Stone), primero se sentirá atraída por el misterio que se esconde detrás de Abe, y muy a su pesar, y dejando de lado una relación de años, aprobada por todos sus conocidos y parientes, decide avanzar con el docente en una desenfrenada historia llena de pasión.
Amantes ocasionales, Abe y Jill comienzan a sentir una sinergia de conocimiento entre ellos, siendo el debate y la reflexión casi o más importante que las tardes de sexo que comparten a escondidas de la comunidad educativa.
Un día se topan con una noticia sobre la inexplicable exoneración de un juez ante un caso de violencia doméstica, por lo que Abe y Jill comienzan a elucubrar, primero hipótesis sobre la culpabilidad o no del letrado sobre la libertad del agresor, y, por otro lado, el desarrollo de siniestros planes en los que la muerte del juez permitirían hacer de la comunidad en la que viven un lugar mejor, en el que no existirá la posibilidad, nuevamente, de que esta persona tome una nueva decisión negativa ante un caso con una clara resolución.
Y mientras Jill cree que todo quedaría en un plano metafórico, Abe se obsesiona al punto de llevar a cabo una decisión “irracional”, mucho más avanzada que otras en las que se involucró y que lo llevaron a colocarle el mote que da título al filme, y que terminará con el crimen del juez sin dejar una sola prueba.
Pero Abe no cuenta con que Jill, quien estuvo tan obsesionada como él con el caso, desentrañará antes que las autoridades policiales locales el misterioso caso, razón por la cual Abe deberá tomar algunas decisiones muy a su pesar.
Pariente cercana de “Match Point” o “Cassandra’s Dream”, este nuevo filme de Allen toma lo mejor del cine de suspenso y de crímenes para construir, a su usanza, una comedia que se regodea con detalles escabrosos y punchlines, ubicando “Hombre Irracional” como uno de los puntos más altos de su carrera.
El contrapunto de Phoenix con Stone, como también la increíble actuación de Parker Posey, como una docente acabada que caerá en los brazos de Abe a pesar de los esfuerzos de éste por no relacionarse íntimamente con ella, son sólo alguno de los puntos más trabajados y logrados de un filme que recupera el timming más divertido de Allen y que termina construyendo una de sus más maduras películas.