Holy Spider

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Lo que el director Ali Abbasi hace en Holy Spider no es solamente una película sobre un asesino serial, sino también una denuncia a una cultura religiosa que, en casos extremos, transmite de generación en generación ideas que atentan contra el prójimo en nombre de Alá.

A diferencia de la deforme y fantástica Border, en Holy Spider el director iraní-danés aborda el thriller con asesino serial de una manera mucho más realista y violenta, metiéndose de lleno en lo más oscuro de una sociedad que tiene a la religión como la educación espiritual que determina la vida y el comportamiento de sus habitantes.

La película se basa en el caso real de un asesino que mató a 16 mujeres que ejercían la prostitución entre 2000 y 2001 en “la ciudad santa” de Mashhad, Irán, y en la investigación de una periodista que le hizo frente a un sistema corrupto que no hacía nada para detener al responsable.

Holy Spider tiene la valentía de señalar la causa verdadera de los asesinatos, que no sólo están ejecutados por una mente enferma, sino también por una cultura religiosa que, llevada al extremo, no acepta que sus feligreses se salgan del camino que marcan las sagradas escrituras que respetan a rajatabla.

Al lugar llega la periodista Rahimi (Zar Amir-Ebrahimi) dispuesta a investigar los asesinatos del “asesino de arañas”, como lo llaman a Saeed (Mehdi Bajestani), un albañil y padre de familia ultrarreligioso. Cada vez que mata a una mujer, Saeed llama por teléfono al periodista Sharifi (Arash Ashtiani) para indicarle dónde dejó el cuerpo.

Saeed se molesta cuando la prensa lo llama asesino porque está convencido de que lo suyo es el “yihad contra la decadencia”. Saeed se cree un mandado de Dios para limpiar la ciudad. Por otra parte, su hijo adolescente Ali (Mesbah Taleb) lo tiene como un referente y allí está la clave de la película, que de a poco va mostrando cómo el hijo quiere seguir los pasos del padre.

Como todo policial, Holy Spider desenmascara la corrupción de una ciudad, con jueces, políticos y policías que obstaculizan la investigación debido a que, en el fondo, y por la religión que profesan, están de acuerdo con que el asesino mate a las prostitutas, lo que también habla de la política con la que se manejan en Mashhad.

La actuación de Zar Amir-Ebrahimi cumple con su rol de la periodista temeraria que arriesga la vida con tal de cazar al asesino, entregando escenas de mucha tensión y nerviosismo. Y el trabajo de Mehdi Bajestani como Saeed es sólido y aterrador.

A Abbasi no le importa recurrir al trazo grueso porque no pretende hacer una película refinada sobre un asesino serial, sino más bien marcar un problema religioso grave de una ciudad (y de una cultura) que se expresa a través de creyentes que ponen en peligro la vida de quienes no cumplen con su deber de servidores de Alá.

En los últimos minutos (los más inquietantes y perturbadores), vemos lo mejor de Holy Spider, ya que el director se las ingenia para mostrar cómo el fanatismo religioso puede convertir a sus adeptos en potenciales asesinos.