Historias napolitanas

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Una radiografía de Nápoles y de la Italia que se quedó detrás de las promesas inacabadas del capitalismo más salvaje, aquel que arrasó con todo, es el tema principal de la nueva cinta de Antonio Capuano “Historias Napolitanas” (Italia, 2015).
Concentrada en tres personajes, la película buscará reflexionar acerca de la vida de seres que sólo pueden reclamar su lugar en el mundo, y si no lo consiguen, pues lo tomarán sin pedirle permiso a nadie.
En el arranque hay un viejo que es llevado en una silla de ruedas sobre el desolado paisaje de una fábrica que supo ser el centro del lugar, pero que hoy, en su abandono y desidia sólo muestra la dura realidad del lugar.
Así, de manera digresiva y reposando la mirada en Giggino, Antonio y Marco, los tres protagonistas, cada uno con su edad y sus propios sueños, Capuano desnuda la vida de cada uno tomando aquello que más le sirve para revelar, de manera cruda, sucia.
La multiplicidad de imágenes (no es casual que una de las escenas aluda a “Adiós al Lenguaje” de Godard) con las que el director trabaja, no hacen otra cosa más que continuar una tradición que el director plasma en cada uno de sus filmes y que marcan un estilo propio, despojado de artificios.
El Nápoles más duro, aquel que quita posibilidades y que aún, a pesar del paso del tiempo, sigue amando a Diego Maradona y al fútbol como manera de superar las carencias, le sirve al director para poder construir un relato que avanza de manera lenta, pero precisa, con la solidez necesaria para poder así generar empatía en sus protagonistas
No importa si Giggino es un busca que termina siempre generando conflictos a partir de la necesidad de transgredir constante, tampoco si Antonio se desprende de sus objetos más preciados para poder encontrar a alguien que lo quiera, y mucho menos que Marco deambule por las calles y apartamentos entregando mercadería y descubriendo que nada ni nadie es lo que realmente dice ser.
“Historias Napolitanas” acompaña a sus personajes en un eterno deambular por la ciudad, los planos descuidados símil noticiero en busca de información, como así también la sucia necesidad de construir la verdad al rememorar un pasado que no existe más y que al menos, el más joven, desearía conocer.
El errabundeo de Giggino, sus hábiles maniobras para conseguir de manera fácil lo que quiere, el sedentarismo de Antonio, con la necesidad de ver a su empleada para completarse, y la promesa de Marco, con sus ganas de encontrar en cada habitación de un edificio la esperanza de poder cambiar su presente, responden a la capacidad y recurrencia de Capuano de trabajar sin filtro el espíritu improvisado de la historia y el relato de los personajes.
“Historias Napolitanas” habla de un estado latente y eterno de las cosas, de un barrio, el Bagnoli del título original, que sigue avanzando a pesar de la decadencia de sus calles, de sus edificios y de sus vínculos y que contiene, a pesar de todo, a Giggino, Marco, Antonio y a cada uno de sus habitantes.