Historias de Cronopios y de Famas

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Detrás de toda adaptación literaria siempre hay un esfuerzo por ser fiel al autor o directamente inventar algo nuevo, claro está, teniendo como referencia algún ítem de la obra original. El caso de “Historias de Cronopios y de Famas” (Argentina, 2013), de Julio Ludueña, es bastante particular, porque si bien toma las historias del célebre volumen de cuentos surrealistas de Julio Cortázar, lo inasible de esa obra termina plasmándose en un irregular largo colectivo que no despega nunca y que termina acartonándose.
Diferentes artistas como Carlos Alonso, Daniel Santoro, Antonio Seguí, Patricio Bonta, Crist, Ricardo Espósito, Luis Felipe Noé, Magdalena Pagano, Luciana Sáez y Ana Tarsia, ofrecen sus obras que interpretan el mundo del autor, pero que en manos de Ludueña no logran reflejar la intensidad con la que Cortázar escribió sus historias.
El mundo de los cronopios y los famas es un universo en el que los excesos y la lucha de clases avanzaban sobre la cotidianeidad y las rutinas, contagiando de displicencia y abulia a todas las esferas sociales. Pero la disparidad de la calidad de los segmentos del largometraje (dividido en 10 episodios o capítulos inconexos), como así también un doblaje forzado y antinatural, hacen que algunas de las maravillosas creaciones de los artistas plásticos, para tomar un caso, las de Noé, por ejemplo, terminan por difuminarse en el inmenso magma desorganizados de toda la película.
Igualmente no todo es error. Cabe mencionar que “Tema para un tapiz”, con ilustraciones de Crist, y con una lograda tensión fundamentada en la mítica samurái del cuento, como así también “Las líneas de la mano”, de Espócito, una historia de amor y desamor con imágenes símil Lichtenstein y unas líneas que van avanzando al igual que la historia, encuentran el punto justo entre guión e imágenes para contar su parte.
El problema de “Historias…” no es tanto lo ambicioso y arriesgado de la propuesta, todo lo contrario, el error radica en intentar asir algo tan inasible como lo es la obra de Julio Cortázar, que si bien anteriormente fue llevada al cine en varias oportunidades, con “Blow Up” como hito, permanece tan esquiva a la interpretación unívoca y a la fijación en imágenes como desde el primer momento.
Cortázar hablaba de los cronopios y famas para poder trascender la clásica narración ambientada en la lucha de clases y en el estricto control de los famas y el libertinaje de los cronopios se desnudaba una particular prosa que terminó siendo tan característica del autor. El capítulo “Lo particular y lo Universal” con dibujos de Magdalena Pagano es un claro intento de esto.
Sus trazos simples y coloridos y una animación que supera el promedio de la película (en algunos casos con transiciones de movimientos muy burdas), en esa joven que decide relajarse por demás hay una voz diferente al resto de los capítulos que componen el filme, que en general posee un resultado fallido y termina aburriendo más de la cuenta.