Historias cruzadas

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

Sobre maltrato y segregación

El director Tate Taylor adaptó un libro que muestra la idea de una joven universitaria que en los años sesenta decide escribir sobre las sirvientas negras de las familias de su pueblo.

En el estado de Mississippi, Estados Unidos, durante la década de 1960, una joven universitaria, blanca, decidida a convertirse en escritora, elige como tema el relato de las sirvientas negras de todas las familias de su pueblo. Lo que abre un universo hasta ese momento callado de injusticias, postergaciones y maltratos.
El director Tate Taylor adaptó al cine la novela de Kathryn Stockett, The Help (ese es el título original de la película también) y es posible que ese guión adaptado se lleve al menos una nominación al Oscar. La película recuerda, por su humor, por su melancolía, por su exaltación de la amistad femenina frente a un mundo adverso, a Tomates verdes fritos. Y en cuanto al retrato del sufrimiento de la mujer negra, se la podría emparentar con Preciosa, estrenada hace un año. Al comparar Historias cruzadas con estos films, la película se eleva, ya que queda de manifiesto que aunque por momentos es excesiva y algunos personajes se vuelven un poco cansadores, la fuerza dramática de la película nunca cae en golpes bajos virulentos ni sadismo de ninguna clase.
De la misma forma que logra mantener el interés narrativo sin perder nunca su camino original. La fuerza mayor que en definitiva tiene la película es su retrato del maltrato y la segregación de un grupo de personas en una época reciente del mundo. Su sufrimiento es tan evidente y tan terrible que hasta el espectador más indiferente se verá comprometido emocionalmente en cada una de las escenas, acompañando el derrotero de un grupo personajes difíciles de olvidar.
Salvo los personajes sobreactuados (en realidad mal escritos) el elenco se luce y brilla, cada uno en su estilo y personalidad. Hay que decir también que la película busca ser lo más conciliadora y amable posible y que el espectador podrá sufrir pero se encontrará con un discurso más bien esperanzador.