Hija

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

En buena parte de su filmografía, y a través de distintas vertientes, Martín Desalvo indaga en las complejidades del universo femenino. Así se aprecia en Las mantenidas sin sueños (en codirección con Vera Fogwill), El día trajo la oscuridad y El padre de mis hijos. Como en aquellos casos, Hija también es una historia de madurez, y algo más.

Ambientada en Misiones, presenta a Juana (Jazmín Esquivel), una adolescente que vive con su padre (Bruno Vázquez) en una chacra en medio del monte. Ella lo ayuda con el trabajo, produciendo carbón artesanal, y estudia, y por las noches se escapa a algún boliche cercano para beber y bailar. Pero algo la aqueja desde siempre: la ausencia de su madre, muerta desde hace años. Pronto irá descubriendo que esa pérdida involucra un hecho trágico, que aún afecta cada rincón de aquel paraje y que podría tener como principal implicado al padre.

Inspirado en el cuento “El hijo”, de Horacio Quiroga, el film nunca deja de ser un coming of age, pero el drama familiar va revelando un thriller intimista, atmosférico y desesperado. Desalvo acierta en ir develando información de modo fragmentado y mediante diálogos escuetos. Incluso la escena más silenciosa, que parece intrascendente, está contando algo de los personajes, la relación entre ellos y sus tormentos.

Gran parte del peso de Hija reside en los tres actores principales, y ahí es donde se halla su principal triunfo. En especial, Jazmín Esquivel, actriz y vocalista con un interesante magnetismo. Como en su película previa, El silencio del cazador, el director sabe hacer de la selva misionera un personaje más, con su salvajismo, su pureza y sus mitos.

Hija es un buen ejemplo de que no son necesarias las estridencias para lograr un impacto contundente y duradero.