Hasta que la muerte los juntó

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

Doméstico y hogareño

En Hasta que la muerte los juntó hay un tono marcadamente doméstico, hogareño, que va bastante más allá de su argumento, centrado en cuatro hermanos que, a partir de la muerte de su padre, deben pasar una semana bajo el mismo techo junto a su madre recientemente viuda y todo el séquito de cónyuges e hijos respectivos, con el objetivo final de arreglar viejas heridas. Lo doméstico y hogareño se traslada a su puesta en escena, a sus diálogos, a su ritmo narrativo e incluso sus decisiones éticas y morales, y la terminan emparentando con los lanzamientos destinados a los formatos al estilo DVD o Video On Demand.

Y es una pena, porque había nombres involucrados que podían dar mucho más, empezando por los actores: Jason Bateman es un intérprete de altísimo nivel que supo demostrar que también tiene una visión propia y compleja como director; lo mismo se puede decir de Tina Fey; Adam Driver está cimentando una carrera más que prometedora; y gente como Timothy Olyphant, Corey Stoll, Rose Byrne, Jane Fonda, Kathryn Hahn y Connie Briton son siempre rendidores. Sin embargo, aunque todos están solventes -en especial Bateman y Byrne, cuyo romance está entre lo mejor de la película-, también lucen en piloto automático, repitiendo papeles anteriormente vistos y hasta un poco fuera de registro (el caso de Fey es el más palpable, porque no consigue transmitir con veracidad los dilemas de su personaje entre un pasado idílico y un presente abúlico pero difícil de cambiar). Incluso de un realizador de mediano talento como Shawn Levy se podía esperar una mirada más profunda, teniendo en cuenta que en films como Gigantes de acero y las dos entregas de Una noche en el museo (en especial la segunda parte) había abordado con sinceridad y cariño los vaivenes de los vínculos paterno-filiales y la necesidad de dejar de lado el estancamiento para arriesgarse en las metas que uno se propone para la vida que lleva, a través de la aventura. Pero el que más decepciona es el guionista Jonathan Trooper -quien adapta su propia novela-, que venía con el antecedente de ser uno de los creadores de Banshee, una excelente serie policial y de acción, que es pura fisicidad y atrevimiento tanto desde la puesta en escena como desde la narración y la configuración de los personajes.

Hasta que la muerte los juntó es muy pero muy chiquita, casi no toma riesgos, transita por todos los lugares comunes posibles, nunca se permite patear el tablero, hace foco sólo en los personajes que le conviene y jamás se sale de los lugares políticamente correctos. Es de esos films para ver en dvd o bajarse de las plataformas de Internet, con total comodidad, sin temor a sentirse ofendido o mínimamente sacudido, sabiendo que todo va a terminar de la forma indicada por los mandatos institucionales. Todo lo que pida la Familia será aceptado, los roles serán asumidos y nunca severamente cuestionados, básicamente porque sí, porque es lo natural, y no habrá grandes cambios, aunque los protagonistas parecieran querer insinuar que sí. Tan correcto es todo, que termina siendo rutinario y hasta para preguntarse si esa muerte que juntó a los protagonistas era realmente importante. O si los protagonistas tenían algo para decir desde sus historias que fuera relevante. O incluso si la película tenía una razón de ser. ¿Para qué tantos nombres y subtramas? Malas palabras, con un Bateman desparramando talento como actor y director, fue acá directo a DVD, pero tiene mucho más cine para ofrecer.