Hasta que la muerte los juntó

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Familia enclaustrada

El canadiense Shawn Levy, sólidamente afincado en la industria de Hollywood, tiene antecedentes muy exitosos: Más barato por docena, Gigantes de acero, Una noche en el museo (las tres), Una noche fuera de serie, Aprendices fuera de línea. El cine de Levy no tiene constantes temáticas ni estilísticas, pero sí un sello en común, que nos lleva a una sensación insatisfactoria: estas películas podrían haber sido mucho mejores con directores menos adocenados, con un estilo menos anestesiado, un poco menos "palo de fórmula y a la bolsa". El título "más barato por docena" actúa, lamentablemente, como una definición breve de sus procedimientos: emoción y risas que se buscan de forma mecánica, situaciones gruesas, demasiado directas y poco elaboradas. El cine de Shawn Levy es superficial en el sentido más literal posible, pero -éxitos son éxitos- continúa teniendo la fortuna de trabajar en general con grandes actores y con planteos argumentales atractivos (Levy no es guionista).

Hasta que la muerte los juntó es una historia de familia reunida -la muerte es la del padre- con varios hermanos ya adultos y con mucho que resolver y revelar(se), tanto entre ellos como con parejas, ex parejas y diversos pasados. Además, hay una madre fuerte y magnética. Había mucho potencial aquí; en general lo hay en este subgénero de la comedia dramática, el de la familia forzada a (re)convivir por alguna ocasión especial, como ocurre por ejemplo en Feriados en familia, de Jodie Foster; El mito de las huellas digitales, de Bart Freundlich; La joya de la familia, de Thomas Bezucha, y El primer día del resto de nuestras vidas, de Arnaud Desplechin.

El film tiene muchos actores con espacio, conflictos varios y muchas líneas dramáticas para lucirse. No siempre pasa, pero el elenco de Hasta que la muerte los juntó es de primera: Jane Fonda sabe cargar con el peso de su importancia cinematográfica y su físico privilegiado (y retocado), y además están Tina Fey y Rose Byrne, dos apuestas seguras. Y, sobre todo, en el centro está Jason Bateman, un intérprete de estirpe clásica y con una notable variedad de recursos para el gran arte de la comedia, que por momentos hasta le gana a la chatura de Levy para poner en escena situaciones y diálogos que tendrían mucha más gracia si hubieran sido dirigidos por el propio actor, que en su ópera prima -la aún inédita Bad Words- demostró un filo del que el exitoso Levy carece, o al menos no se preocupa por exhibir.