Hanna

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

La Caperucita mutante

Una semana después del estreno de X-Men: Primera Generación , un filme filosóficamente interesante, llega ahora otra criatura mutante llamada Hanna (S. Ronan). Esta Nikita adolescente, una verdadera máquina asesina, pertenece al linaje feminista (reaccionario) que, desde Kill Bill en adelante, promueve un modelo de mujer capaz tanto de cachetear a Mike Tyson como de balear a Jesse James.

En algún páramo perdido de Finlandia, Hanna vive con su padre (E. Bana). La sugestiva secuencia inicial puede transcurrir tanto en el siglo XXI como en el XIII: la caza de un ciervo y un posterior enfrentamiento cuerpo a cuerpo con un hombre demuestran que Hanna es una especie de Rambo del nuevo milenio, con la diferencia de que habla alemán, árabe, francés, español. Su padre la ha preparado muy bien, aunque su naturaleza genética (modificada por la CIA) aporte un plus.

Por venganza o arbitrariedad de un guión poco consistente, el padre tocará un botón rojo que dará aviso de su posición. Los muchachos de la CIA no tardarán, comandados por Marissa Wiegler (C. Blanchett), una despiadada agente que conoce muy bien a los exiliados. Él escapará, y su hija, tras ser atrapada, también.

Como si fuera un videogame interminable, Hanna no dejará de correr, escapar y sortear obstáculos. Su destino: una casa temática sobre los hermanos Grimm en Berlín. Allí la espera su padre, aunque pasará por Marruecos y España, y en el trayecto conocerá el amor familiar (hippie) y el despertar sexual característico de su edad (en clave lésbica), además de escuchar música por primera vez y deslumbrarse ante la luz eléctrica.
Hanna es un filme extraño. Su política opaca es conservadora, su moral ambigua y liberal. Si el tempo musical tecno de los Chemical Brothers le imprime al montaje una lógica de videoclip, Joe Wright ( Orgullo y prejuicio ), a quien le gusta explorar el espacio cinematográfico, también incluye un plano secuencia en donde Bana sale de una estación de tren, se mete a un subte y despacha a cuatro agentes que lo persiguen, todo en un solo plano elegante y virtuoso.

Por momentos, Hanna se desmarca del thriller lineal y deviene tímidamente en un circular cuento mítico y onírico. Los últimos 20 minutos Hanna parece canalizar a Caperucita Roja. Literalmente, la heroína se adentrará en la boca de un lobo, aunque la abuelita es aquí una arpía trepadora de la CIA sin escrúpulos. En síntesis: si los personajes mutan es porque los géneros (y el cine en sí) experimentan una mutación. Hoy Caperucita está lista para el combate.