Hanna

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

Cuando los niños crecen...

Claramente el cuarto trabajo de Joe Wright es uno de esos films que terminan sobresaliendo por la suma de sus partes, no tanto porque se acoplan entre sí de manera armoniosa sino más bien debido a que cada una se destaca dentro de su categoría, elevando a fin de cuentas el nivel general. En términos prácticos Hanna (2011) es un clásico thriller de acción sustentado en un relato de venganza que incluye algunos de los condimentos habituales del realizador en lo que respecta a la faena visual y al contenido específico: a esta altura de la carrera del inglés ya podemos aislar inclinaciones como los travellings depalmianos, un esteticismo más que concienzudo, mucha fanfarria y ciertos personajes de espíritu circense.

La historia es en extremo sencilla y gira alrededor de tres ejes: por un lado tenemos a la adolescente del título, Hanna (Saoirse Ronan), luego está su padre, el ex agente de la CIA Erik (Eric Bana), y finalmente descubrimos a la compañera del anterior, Marissa (Cate Blanchett). El detalle que impulsa la narración pasa por el homicidio de la madre de la joven en manos de la despiadada Marissa, tragedia que de inmediato produjo una respuesta vinculada a una obsesión de revancha. Ocultándose en una remota cabaña de Finlandia, Erik entrenó a Hanna a lo largo de toda su vida para convertirla en una asesina sigilosa que pudiera enfrentar a sus futuros enemigos y por supuesto “despachar” a la villana de turno.

Cuando los niños crecen y comienzan a tomar sus propias decisiones el control parental rápidamente se viene abajo como un castillo de naipes: así un día la protagonista considera que ha llegado la hora de cumplir la misión asignada y contemplando su serena eficacia papá no puede más que asentir. Pese a que el guión de Seth Lochhead y David Farr no se caracteriza por su originalidad y por momentos se pierde un poco en lo superficial, vale señalar que acierta incorporando humor negro al convite, centrando el devenir en un “viaje iniciático” y en especial combinando elementos de El Perfecto Asesino (Léon, 1994), la obra maestra de Luc Besson, con una generosa dosis de violencia seca a la Sam Peckinpah.

Wright vuelve a sorprender al modificar el rumbo a posteriori de El Solista (The Soloist, 2009), un proyecto humilde que sin ser completamente fallido resultaba olvidable. Aquí ofrece una propuesta inspirada que está muy lejos de las bazofias hollywoodenses del subgénero y hasta recupera aquel virtuosismo altisonante de las extraordinarias Orgullo & Prejuicio (Pride & Prejudice, 2005) y Expiación: Deseo y Pecado (Atonement, 2007), dos piezas de época que habilitaban el error de rotularlo como “uno más” dentro del batallón británico oscarizable. Pasado el tiempo, el señor demostró que sabe escaparle a las expectativas, traicionarlas con ingenio y encontrar rasgos personales desde los cuales crear.

Sin embargo la soledad no es buena consejera y en esta oportunidad la ayuda recibida es enorme: más allá del desempeño de Eric Bana y Cate Blanchett, la que realmente se roba la película es Saoirse Ronan, una actriz meticulosa rebosante de autodisciplina y talento. Ya vista en la paupérrima Desde Mi Cielo (The Lovely Bones, 2009), hoy se luce y saca adelante una gran cantidad de escenas coreografiadas al milímetro por el equipo técnico. Mención aparte merece la excelente banda sonora de los Chemical Brothers que mezcla el eclecticismo big beat de Come with Us y Push the Button con el drum ´n´ bass de Dig Your Own Hole, en esencia otro apéndice ejemplar para un cóctel tan bello como extravagante…