Halloween: la noche final

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Pasaron cuatro años, pero es como si no hubiera pasado nada. Michael Myers sigue detrás de Laurie Straude, como en la primera Halloween -que tal vez no fue la mejor, porque la segunda, dirigida como la original por John Carpenter también tenía lo suyo-, pero por suerte ésta será la última.

Les ahorro plata para el estacionamiento: no pasa nada en los créditos finales. Así que cuando comiencen los créditos, a menos que quieran escuchar por enésima vez la musiquita de Carpenter, no esperen a que Michael (re)aparezca.

Decíamos que habían pasado cuatro años desde el final de Halloween Kills: La noche aún no termina, la segunda de la nueva trilogía debida a David Gordon Green (está rodando la nueva de El exorcista), y que no tuvo necesidad de existir que no fuera la necesidad de seguir facturando y usufructuando con Laurie, Michael y el recuerdo -ya no otra cosa- de los fanáticos de todo el mundo.

No empieza mal
No empieza mal Halloween: La noche final. No, no está Michael (Nick Castle, que vuelve a interpretarlo en esta trilogía, y no lo había hecho desde la original). Corey (Rohan Campbell) es el “niñero” de un chico al que los padres se lo dejan a su cuidado en Haddonfield. Corey no parece tenerle miedo a nada, pero el chico en cuestión es, cómo decirlo, un poquito denso. Algo no terminará bien esa noche, y a partir de allí habrá que estar atentos a Corey más que al niño.

Yo sé por qué se los digo.

Pasa más de media hora para que Halloween: La noche final se asemeje a las otras películas de la saga. ¿Esto es bueno o es malo? Para los amantes del slasher, los que solo quieren cuchilladas, sangre a borbotones y saltos por efectos de sonido, seguramente no. Para quienes confíen en que el cierre de la saga -si realmente termina; parece que sí- les deje algo más que cadáveres, probablemente sí.

Pero es solo un espejismo. Porque el desarrollo de los 111 minutos terminará por decepcionar a unos y a otros. Por el tiempo perdido para los primeros -esos más de 30 minutos del comienzo- y por toda la proyección para los segundos.

Porque a medida de que el relato avanza -es una manera de decir-, uno desde la platea puede imaginar por qué Corey actúa como lo hace, preguntarse por qué la máscara de Mike está avejentada, por qué Laurie casi no grita y por qué pagamos una entrada para ver esta película.

Para ese entonces, ya todo es cualquiera. No hay explicación para el comportamiento de los nuevos personajes. Ya sabemos que los jóvenes que le hacen bullying a Corey terminarán como terminaban los que tenían sexo a escondidas de sus padres en las películas de terror de los años ’70 y ’80.

Pero hablemos de Jamie Lee Curtis. Ella aparece como productora ejecutiva del filme. ¿Hacía falta hacer esta película? ¿No le hacía mejor, a ella, y al fan, esperar a que alguien escribiera un guion, no mejor, sino al menos bueno, como para cerrar la saga iniciada hace 44 años?

Laurie está sobreponiéndose -bah, como siempre- del trauma de sentirse acosada por el asesino serial que es Michael Myers -no Mike Myers, el comediante de El mundo según Wayne-, y de la muerte de su hija. Vive con su nieta mientras le da los apuntes finales al libro en el que relata y detalla su experiencia con el asesino.

Y todos sabemos que, se llame o no La noche final, va a haber un encuentro entre Laurie y Michael. Es inevitable. Lo que se podía evitar era que fuera entre anodino y reiterativo.

La primera Halloween marcó, fue un mojón en el cine de terror, algo que La noche final, no. Es más, podemos decir sin sentirnos afligidos o apenados, que por fin termina.