Había una vez... en Hollywood

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Once Upon a Time… in Hollywood tiene un doble sentido que alude tanto a los films de Sergio Leone como a la idea de cuentos de hadas. Es más fácil imaginar a Quentin Tarantino homenajeando al maestro del western spaghetti que evocando desde su título al universo de los cuentos. Al ver la película queda en claro que Tarantino es fiel a sí mismo pero también va buscando nuevas ideas y formas en sus relatos cinematográficos.

Los protagonistas de la película son el actor Rick Dalton (Leonardo Di Caprio) y amigo, empleado y doble de riesgo Cliff Booth (Brad Pitt). Rick ha hecho algunas películas menores pero su fama es por haber sido la estrella de un exitoso programa de televisión, un western llamado Bounty Law donde interpreta a Jake Cahill, un cowboy caza recompensas. Durante esos años y los siguientes, Cliff ha sido su doble de riesgo. Su paso de la televisión al cine no ha sido exitoso y ahora hace pequeños roles de villano invitado en diferentes series.

En paralelo a la historia de estos dos amigos y compañeros de trabajo la película cuenta la historia de Sharon Tate (Margot Robbie), actriz en franco ascenso en 1969, año en el que transcurre la película, casada con Roman Polanski. Tate y su marido viven en la casa contigua a Rick Dalton. Mientras vemos la angustia por el posible final de la carrera de Rick, vamos viendo el éxito y el luminoso futuro de Tate. Pero también hay otra historia, la del clan Manson, liderado por Charles Manson, que va apareciendo en varias escenas del relato. El clan Manson y Sharon Tate son personajes sacados de la realidad, Dalton y Booth son personajes con diferentes inspiraciones pero inventados por Quentin Tarantino.

Lo primero que no sorprende pero resulta inusual para los tiempos que corren es que Quentin Tarantino no renuncia a su naturaleza en ningún aspecto. Su costado menos agradable y ambiguo sigue vigente, pero en el marco de un cine cada vez más pacato y acorralado por la corrección política, que alguien sea fiel a sí mismo es un lujo que se agradece pero que además se nota. No es que la película sea desagradable, al contrario, está filmada con estilo y su belleza es enorme. En épocas en las que el cine parece haber dejado de ser cine, Tarantino, como un puñado de directores que aún sobreviven, es el recordatorio de otra forma de entender la narración.

Liberado del exceso de trucos con la línea de tiempo, el director cuenta de forma muy fluida y entretenida todas historias que ocurren en paralelo. Como siempre, se excede en la duración de algunas escenas y se regodea en algunos momentos alargando toda la trama. Pero siempre es divertida la película y también siempre resulta interesante lo que cuenta. Algo no tan común en Tarantino es que sus temas parecen asomar más allá de su desenfrenada cinefilia. Eso le da mucho más corazón a sus personajes y su historia.

Rick Dalton es alguien que se pregunta todo el tiempo si ha llegado su fin, alguien cuyo futuro en Hollywood parece incierto y le atormenta el estar fuera de juego. Su amigo, más simple, sabe que tienen un destino en común, pero vive las cosas más relajado. Su vecina, Tate, es todo lo contrario. Es alguien que se pregunta todo el tiempo si acaso ha llegado su mejor momento, si su tan deseada fama alcanzará la cima y a cada paso se la ve feliz, luminosa, alegre. Viendo cómo está el cine hoy, Tarantino está más cerca de Rick Dalton que de Sharon Tate, aunque a ella la retrata con absoluto amor y fascinación. Así como fueron descriptos los personajes, así son las tres brillantes actuaciones protagónicas.

A continuación se analizan las escenas finales de la película, quien no la hayan visto deberían dejar de leer acá porque se adelantan elementos claves de la historia.

Cabría preguntarse hasta qué punto el espectador no cinéfilo podrá entender de la misma manera que el cinéfilo lo que pasa en la historia. Todo se entiende, pero dudo seriamente que quien no conozca a Sharon Tate y su vida puede valorar o interpretar de la misma manera toda la historia. También habrá quien no conozca a Roman Polanski, Sergio Corbucci, Steve McQueen, Dean Martin o las series El avispón verde o Mannix, entre otras docenas de referencias con cierta relevancia en la película. Pero sin duda la clave es Sharon Tate y el Clan Manson. Eso lo cambia todo.

Había una vez… en Hollywood tiene varios rasgos de inteligencia a nivel guión y construcción de escenas que merecen ser destacadas. Un uso del suspenso muy inspirado y efectivo, a la vez que arma con sobriedad algunas puestas en escena perfectas. Pero lo que más sorprende de la película es su libertad para imponer el cine por encima de cualquier otra cosa. Ni la corrección política, ni la verosimilitud, ni tampoco los hechos reales en los que parcialmente se inspira lo desvían a Tarantino de sus ideas. O mejor dicho, lo encaminan hacia dónde quiere ir, lo ayudan a decir lo que quiere decir. Había una vez en Hollywood… dos hombres que parecían quedarse afuera del sistema y una actriz que parecía destinada a estrella… al final todos lograron recuperarse, convertirse en héroes ellos y seguir con una vida feliz ella. El final es la promesa de que Rick Dalton entrará en las ligas mayores finalmente, mientras Sharon y Roman podrán disfrutar de su fama y de su bebé. Ahí aparece el cuento de hadas del título, porque no fue así. Esa noche los monstruos del Clan Manson arrasaron con la vida de Tate embarazada de ochos meses y cuatro personas más. Quienes conozcan esa historia a fondo verán en este final es una manera en la que Tarantino nos da un final de cuento de hadas para uno de los episodios más horribles de la historia. El director salva a la actriz y sus amigos, llevando al Clan Manson a la casa de Rick Dalton, donde él y el propio Rick los repelen de forma violenta, sangrienta y catártica. Todo el dolor que aquella historia provocó es borrado en este final feliz de profunda melancolía. Tarantino no borra la historia, solo nos permite recordarla mientras nos da el perverso placer de ver como mueren los asesinos de la vida real a manos de nuestros protagonistas.

En la década del sesenta terminó de irse el Hollywood clásico. Tarantino recorre nombres, fachadas, cines, todo lo mira como lo que era: la época en la que una película realmente tenía valor. Hacer cine, trabajar en cine, todo eso era importante. Los directores mediocres suelen hacer películas de Hollywood odiando a Hollywood, los que de verdad aman el cine, hacen lo que hace Tarantino: una declaración de amor. ¿Sino para que hacer una película en Hollywood sobre Hollywood? Emociona como casi nunca Quentin Tarantino aquí. Extraña una forma de realizar y entender el cine. Qué hoy parece tan lejana, olvidada, desechada. Había una vez… en Hollywood la trae nuevamente a la vida, como a sus protagonistas, en particular a la incomparable Sharon Tate.