Había una vez... en Hollywood

Crítica de Denise Pieniazek - Puesta en escena

Érase una vez en Hollywood

Por Denise Pieniazek

Es sabido que Quentin Tarantino es un cinéfilo exhaustivo y en consecuencia, Once upon a time in…Hollywood (2019) posee una cantidad significativa de relaciones intertextuales, no solo del ámbito del cine sino también de la cultura pop y de la historia en términos generales. Ya desde su título Había una vez… en Hollywood (Once upon a time in…Hollywood, 2019) dialoga distanciadamente con otros largometrajes: Once Upon a time in… the West (C'era una volta il West, 1968) el spaghetti western coproducido entre Italia y Estados Unidos, y Once Upon a Time in America (1984), ambos de Sergio Leone, uno de sus directores favoritos junto con Sergio Corbucci, director que también es mencionado en el filme. La película además de ser intertextual, es metadiscursiva, puesto que reflexiona sobre la industria cinematográfica mostrando el clima cultural y el detrás de escena de Hollywood hacia fines de la década del ´60, centrándose en 1969, el ocaso de la era dorada de Hollywood.

Once upon a time in…Hollywood posee dos líneas de acción principales, incluso en un momento, una de ellas se divide produciendo entonces en total tres líneas de acción simultaneas. En primer lugar, hay una línea de acción que tiene como protagonistas a los personajes de Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), un actor cuyo texto-estrella funciona regularmente como villano de las películas y series televisivas, principalmente del género del western, y a su amigo y doble de riesgo Cliff Booth (Brad Pitt), un ex combatiente de guerra con un pasado misterioso. Ambos personajes masculinos no pertenecen a actores de la realidad, sino que son totalmente ficticios, aunque para su creación Tarantino se inspiró en algunas estrellas de cine famosas.

En el caso de Dalton el director tomó algunas características de actores como Ty Hardin, Tab Hunter, Burt Reynolds, Clint Eastwood y Steve McQueen (éste último tiene su propio personaje dentro del filme), y en el caso, de Booth Tarantino se inspiró en Hal Needham, mejor amigo y el doble de riesgo de Burt Reynolds (Reynolds iba a aparecer originalmente en la película, pero falleció el 6 de septiembre de 2018).

El personaje de Dalton reflexiona sobre el trabajo del actor y el delgado linde entre el éxito y el fracaso, interpretado maravillosamente por Leonardo DiCaprio quien le aporta emotividad, luciéndose especialmente en dos escenas conmovedoras y brillantes del filme. Una de ellas al asumir su complicado presente actoral, después del brillante análisis de su carrera que realiza su manager Marvin Schwartz (Al Pacino), quien realmente fue agente de actores como Kirk Douglas, Burt Reynolds y Rock Hudson. Asimismo, de igual inteligencia es el dialogo es la escena en la que Dalton comparte el set con una niña prodigio de la cual no se dirá más porque merece ser vista por sí misma, pero que sin dudas reafirma la excelencia actoral de DiCaprio.

En contraposición el personaje de Booth, encarna los mayores momentos de distención a través del humor mediante la intrépida y cómica interpretación de Brad Pitt, pero al mismo tiempo en otras ocasiones está en el centro de la acción y tensión dramática del relato en términos generales. En consecuencia, ambos actores son más que efectivos y convincentes en sus interpretaciones logrando producir empatía con el público. Solo directores como Tarantino y Scorsese pueden generar empatía en el espectador a través de personajes como el de Booth, quien es sospechado de matar a su esposa (acontecimiento que remite lejanamente a la pareja de la actriz Natalie Wood y Robert Wagner).

No es casual que tanto Pitt como DiCaprio se encuentren en la cima de su carrera con una madurez y trayectoria que les ha permitido seguir vigentes y constantes en su estrellato, y que en esta ocasión hayan sido seleccionados, por el director y guionista del filme, para reflexionar justamente sobre el star-system. Por ende, la figura del doble resulta dualmente significativa en el filme. No solo el doble respecto a dos personajes sino de la dualidad dentro de cada personaje, un ejemplo de ello es cuando la enunciación desmiente algo dicho por Dalton. Éste es sin dudas un estilema de Tarantino, presentar personajes que presentan algo falso de sí mismos.

En segundo lugar, la segunda línea de acción tiene como protagonista a la actriz y modelo Sharon Tate (Margot Robbie), pareja en aquel entonces del director Roman Polanski, quien fue brutalmente asesinada por el clan Manson en 1969. Se aconseja al espectador intentar disociarse de los acontecimientos reales para poder zambullirse en la propuesta del universo diegético de Tarantino, la cual, si bien toma algunos datos verídicos de Tate y su entorno, y del llamado clan Manson, se distancia una vez más de los acontecimientos reales para contar otra historia. Algo notable es que en este humilde homenaje a Tate en una hermosa escena en que el personaje se inmiscuye en una sala de cine para verse a sí misma en The Wrecking Crew (1968), las escenas que se ven en la pantalla del cine son realmente las de la película original interpretadas por la verdadera Tate y representa un bello gesto que no haya decidido recrearlas con Robbie, quien logra una conmovedora escena, donde nuevamente funciona la figura del doble.

Retomando la cuestión de las líneas narrativas algunos podrán pensar que es extraño que, si bien se desea homenajear a Tate, esa línea de acción es menos desarrollada que la otra quedando ésta en un segundo plano. Sin embargo, se ha encontrado una posible justificación para ello. La línea de acción principal es la de los protagonistas masculinos, a través de los cuales se genera empatía en el público adrede. ¿Por qué? Sencillo, puesto que, si el espectador promedio conoce la brutalidad del asesinato de Tate y su entorno afectivo, quizás la tensión y angustia sería insoportable para el espectador, pues si se la mostrase más a ella, el espectador se identificaría tanto con el personaje que la tensión seria insoportable.

Aun así, otros han adjudicado de machista el tratamiento de las mujeres en la película, a todos ellos se les recuerda el “feminist power” presente en las protagonistas de otros largometrajes del autor como Jackie Brown, Kill Bill y Death Proof, como así también el personaje de “Shoshanna” en Inglourious Basterds. Asimismo, en una primera instancia el tratamiento de las mujeres en Once upon a time in…Hollywood puede parecer desfavorable pues se muestra a las mujeres roncando mientras duermen, y hay constantes planos de sus pies (lo cual es una constante fetichista en Tarantino), los cuales no son para nada estéticos. Sin embargo, una lectura posible y reivindicadora es que justamente en este gesto el director representa mujeres más reales, bellas pero no perfectas, que roncan, que pueden ser sensuales y tener bello en las axilas al mismo tiempo. Lo cual se opone por completo a la belleza publicitaria que se les suele exigir, y se acerca más al spaghetti western, el cual resaltaba los “feísmos” de los personajes.

Enfatizando la cuestión de las líneas narrativas simultaneas, otro rasgo interesante de la película es que indirectamente se construye una cuarta línea narrativa la cual parece estar en otro plano estructural, puesto que aparece sutilmente a través del personaje casi fantasmagórico de Charles Manson, y mediante los distintos hippies que componen esa comunidad, los cuales se inmiscuyen sutilmente en la línea narrativa principal. Como suele hacer Tarantino en sus películas las líneas narrativas confluyen recién hacia el final del filme.

De modo tal que, Tarantino una vez más, tal como lo hizo en Inglourious Basterds (2009), Django Unchained (2012) y salvando las distancias en The Hateful Eight (2015), realiza una especie de “revisionismo histórico y cultural” con el objetivo de reescribir los hechos. Pues para él la venganza es siempre poética, y la “justicia” cinematográfica, y ambas son políticamente incorrectas, porque el autor respeta la siguiente premisa: sin venganza no hay western, y ésta es una temática presente en el cine de Tarantino desde Kill Bill (2003) en adelante. Porque tal como he planteado hace algunos años en el análisis de The Hateful Eight, puede “(…) dividirse a grandes rasgos la filmografía de Tarantino en tres periodos: un periodo inicial compuesto por una “violencia urbana y contemporánea” y cuyos largometrajes representantes son Reservoir Dogs (1992), Pulp Fiction (1994) y Jackie Brown (1997). Seguido de un segundo periodo cuyos filmes pueden enmarcarse temáticamente por la venganza: Kill Bill volumen I y II (2003-4), y Death Proof (2007). Este segundo periodo a su vez establece una transición hacia un nuevo estilo dentro de su cine, en el cual la venganza seguirá presente pero no desde lo personal, sino desde las diferencias culturales y la xenofobia. En esta tercera fase se encuentran Inglourious Basterds (2009), Django Unchained (2012) y The Hateful Eight, en todos ellos el género del western estará presente desde distintos aspectos”.

Curiosamente Once upon a time in…Hollywood parece fusionar el primer y el tercer periodo con un amor pronunciado hacia el cine y la cultura de la época. Pues es pertinente mencionar que Tarantino ha declarado que esta película posee mucho de su niñez en el condado de Los Ángeles en 1969, por eso la música tiene un protagonismo especial, y por esa misma razón lo que en un western era sobre un caballo aquí se desarrolla dentro de un automóvil.

Así es como Once upon a time in…Hollywood ofrece una reconstrucción de época que no es solo visual, sino que va más allá, hacia lo intangible del clima de una época, por supuesto filtrado por la óptica del peculiar y única de Tarantino. En adición, hay referencias y vínculos poéticos constantes con Bastardos sin gloria (Inglourious Basterds) encarnadas principalmente en el personaje de Dalton y su filmografía.

En sumatoria, Once upon a time in…Hollywood es un relato entretenido, pero que va dosificando minuciosamente la información logrando un crescendo contrastante, consiguiendo mantener intrigado al espectador que se preguntará hacia dónde apunta el relato. Sin embargo, Tarantino sabe exactamente a dónde se dirige con un sorpresivo final, en el cual sus más característicos estilemas como director emergen y explotan sorpresivamente para el espectador, incluso para el más entrenado de ellos. Ese final hace que todo lo anterior tenga sentido tanto a nivel semántico como formal y estructural. Sin duda pese a las dificultades del cine actual Tarantino una vez más demuestra que sabe cómo cerrar audazmente sus historias.

Como corolario, en dicha película Tarantino reflexiona una vez más sobre un elemento fundamental de la historia norteamericana. Mientras que en Django Unchained repensaba la esclavitud y el racismo, y en The Hateful Eight la fundación del estado norteamericano sobre las bases de las guerras civiles y la xenofobia, en Once upon a time in…Hollywood analiza el funcionamiento del epicentro del mundo del espectáculo, pensando nuevamente las diferencias étnicas sociales e ideológicas, y los resentimientos, hasta llegar a la construcción del American Dream, pues no es casual que la calle en la que viven los protagonistas se llame Cielo Drive y esté en Los Ángeles.

Además de exponer específicamente cuestiones artísticas como el funcionamiento del texto-estrella de un actor, sus inseguridades y necesidad aprobación ajena y el ocaso de las estrellas. Así como en Cantando bajo la lluvia (Singin' In The Rain, 1952) o en El artista (The Artist, 2011) se reflexionaba sobre el pasaje del cine silente al sonoro, aquí se piensa el pasaje del cine al crecimiento galopante del consumo televisivo. Once upon a time in…Hollywood es una película sin dudas para disfrutar, pero que también nos dejará pensando. Incluso puede producir tal efecto, que cuando volvamos a verla la disfrutemos aún más y sigamos reflexionando sobre algunas cuestiones. En conclusión, es sin dudas una película que no le es indiferente al espectador y su gesto de originalidad merece celebrarse dentro de la producción actual.