Guido Models

Crítica de Diego Maté - Cinemarama

Unos tacos caminan por entre medio del barrio. Su dueña, una modelo, se mueve suavemente evitando salpicarse. La sesión de fotos va a ser en una cancha de fútbol donde todavía hay gente jugando. Empieza a llover así que las chicas posan con paraguas. Cuando se trasladan a un mercadito, la gente pasa por delante de la cámara y estropea algunas tomas. Ese constante negociar con la adversidad podría resumir la filosofía de Guido Fuentes, pequeño empresario de la moda boliviano que opera en la Villa 31, donde tiene su taller y su escuela de modelaje. El documental muestra su vida cotidiana y lo acompaña en su regreso triunfal a Bolivia para presentar unos diseños suyos en un desfile.Un poco a la manera de Estrellas, las imágenes de Guido Models hacen convivir elementos que parecían irreconciliables como la moda y la marginalidad. La historia de Guido ya es conocida por los medios de comunicación en muchos países, pero la película de Julieta Sans cuenta con el mérito de seguirlo allí donde las cámaras y los micrófonos no llegan: su casa, la de su familia en Bolivia o en los ensayos y pruebas junto a sus chicas. La directora toma sus materiales de la realidad y encuentra una épica, como si la sola historia de Guido ofreciera por sí misma una variante latinoamericana del camino del héroe.