Guardianes de la Galaxia 3

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

La vuelta de James Gunn a Marvel (después de haber sido cancelado y despedido, y de haber dirigido El escuadrón suicida para DC) le hace tanto bien que tendría que seguir haciendo Guardianes de la Galaxia todas las veces que quisiera. En el Volumen 3 se encarga nuevamente del guion y la dirección y demuestra que puede darle a la saga un toque personal y una onda como ninguna otra película de superhéroes tiene, además de conjugar a la perfección el carisma de sus personajes con secuencias de acción que ponen en el centro de la escena al humor y a la música.

La historia gira alrededor de Rocket, el personaje del mapache (cuya voz en inglés pertenece a Bradley Cooper), al que si le sacamos las dos últimas letras queda en un contundente Rock, porque siempre en las buenas películas importa más lo subrepticio (lo que está entre líneas) que la historia que vemos en pantalla.

Si seguimos el subtexto podemos afirmar que Guardianes de la Galaxia – Volumen 3 es sobre salvar al Rock(et), y es también la despedida del grupo tal como lo conocemos, o quizás no, porque Marvel se las ingenia para seguir sorprendiendo con la vuelta de personajes que mueren o que prometen no regresar.

Y todo parece ser que de Rocket va el asunto, ya que muestra su origen, cómo lo crearon y lo mantuvieron enjaulado en la compañía Orgocorp, una especie de gran laboratorio en el que se experimenta con animales para, supuestamente, perfeccionarlos con intervenciones y modificaciones genéticas que los dejan como Frankenstein en versión animal.

Los Guardianes están reunidos en Knowhere, su cuartel general, hasta que una noche son atacados por Adam Warlock (Will Poulter), quien quiere llevar a Rocket a su creador (y villano de turno), el Alto Evolucionador (Chukwudi Iwuji). En la furiosa pelea, Rocket queda gravemente herido y Peter Quill (Chris Pratt) y el resto de Guardianes tratan de reanimarlo, pero no pueden porque el mapache tiene incrustado un interruptor de muerte, lo que hace que el grupo decida viajar al Orgoscopio, la sede de Orgocorp, para encontrar el código de anulación del interruptor y recuperar el archivo personal del amigo moribundo.

De este modo, Guardianes de la Galaxia – Volumen 3 se convierte en una aventura para salvar a Rocket, que es también el Rock, y esta lectura se apoya en indicadores que la película esparce a lo largo de sus dos horas y media, partiendo de la base de que el título es “Volumen 3″, como un disco, además de la afición a la música tanto de Rocket (cuyo nombre está inspirado en la canción de Los Beatles, Rocky Raccoon) como de Peter Quill, quienes siempre andan escuchado clásicos del rock.

Las palabras rock y Rocket están juntas en un filme con la impronta del director y su melomanía exquisita, que incluye canciones de Radiohead, Beastie Boys, Rainbow, The Replacements, Bruce Springsteen, The Florence + The Machine, entre otras. Y todo al compás de escenas de acción con una estética que se parece al interior de un organismo vivo, con paredes gelatinosas y personajes grotescos.

James Gunn firma (y filma) una maravillosa carta de amor al rock, al que quiere mantener como es, con sus defectos y virtudes, sin tocarlo, porque el rock, al igual que Rocket, es un animal deforme, un híbrido, un injerto valiente y rebelde. Viva el rock, viva Rocket. Y ojalá Gunn siga al mando de la franquicia.