Gringo: se busca vivo o muerto

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Déjalo ser

El segundo largometraje del realizador de origen australiano Nash Edgerton, Gringo (2018), es un thriller muy dinámico con toques de comedia negra alrededor de los entramados sobre la legalización de la marihuana para uso medicinal en Estados Unidos, los negociados entre las corporaciones y los carteles de narcotráfico y la relación comercial de fabricación y consumo con fines tanto de explotación laboral como de evasión fiscal/ legal por parte de las empresas farmacéuticas norteamericanas.

El film narra una serie de acontecimientos e historias entrecruzadas alrededor de malentendidos e intereses que entran en conflicto en un tránsito por diversos géneros cinematográficos que predisponen al espectador a un viaje tan real como divertido al corazón de las contradicciones del nuevo capitalismo. Un gerente de operaciones de una empresa farmacéutica, Harold (David Oyelowo), se entera de que su esposa no solo lo está llevando a la bancarrota financiera con sus ingentes gastos sino que lo engaña y va a abandonarlo. Además la empresa para la que ha dedicado su vida, propiedad de su mejor amigo, está a punto de fusionarse o ser adquirida por otra en una operación que seguramente lo dejará sin trabajo. A esto se le suman las constantes faltas de respeto por parte de los dueños de la empresa que predisponen a Harold hacia tomar la justicia en sus manos y simular un auto secuestro para engañar a los socios de la empresa, Richard (Joel Edgerton) e Elaine (Charlize Theron), para que le paguen un porcentaje del seguro por secuestro en un país extranjero, pero el plan no sale como Harold espera y todo se complica. El secuestro ficticio se vuelve real cuando el cartel mexicano liderado por un fanático acérrimo del último álbum de estudio de The Beatles, Villegas (Carlos Corona), que tiene negocios turbios con la empresa, se entera que Harold tiene acceso a la fórmula de la pastilla y deciden raptarlo para obtenerla. Así se desata una cacería tan desesperada como cómica en la que todos los personajes se verán obligados a improvisar sin saber realmente en qué se están metiendo ni cuáles son las consecuencias de sus actos. Para agregar un condimento coral a la propuesta, el recepcionista del hotel donde se hospeda Harold y su hermano también se suman a la disparatada persecución, mientras que un empleado mediocre y muy manipulable de una casa de música viaja a México con su ilusa novia con la excusa de vacacionar pero con la finalidad de traer algunas pastillas de la nueva droga a Estados Unidos para la industria del espectáculo.

Gringo deambula caóticamente al igual que su protagonista sin perder el hilo ni el ritmo entre una comedia negra de enredos, un thriller policial y un drama sobre las miserias de las corporaciones, el fracaso del sueño americano, las contradicciones sociales, la responsabilidad y el respeto, todo en una obra donde la ampulosa actuación de Charlize Theron sobresale por su histrionismo, secundada por un gran elenco que incluye a Amanda Seyfried, Yul Vázquez, Carlos Corona como el jefe narco y Sharlto Copley como el hermano de Richard, un ex militar mercenario norteamericano especialista en operaciones encubiertas arrepentido de sus fechorías que intenta lavar su culpa trabajando para una ONG en Haití y es contratado por éste para rescatar a Harold de sus supuestos captores.

En base a un excelente guión de Matthew Stone y Anthony Tambakis, Edgerton crea una trama enrevesada como una telaraña que se cierne sobre los protagonistas, quienes buscan su propio provecho sin tener nunca en cuenta los intereses ajenos, el contexto en que se encuentran y las derivaciones de sus irresponsables actos, que los llevan a manipular, engañar e infringir las leyes en una ceguera social impresionante, que marca hasta qué punto cada individuo vive irresponsablemente encerrado en su propio mundo, siguiendo al rebaño o rebelándose absurdamente para descubrir que actuar sin inteligencia tiene un precio.

Además de las buenas actuaciones y de una gran dirección caleidoscópica, se destaca la fotografía de Eduard Grau, responsable de films como A Single Man (2009) y Buried (2010), que resalta los dilemas de cada personaje y los contrastes sociales en una película con un agudo sentido del humor que logra construir un retrato panorámico sobre la relación entre los negocios legales y su veta ilegal, los vericuetos de las decisiones corporativas y la irracionalidad de un sistema tan perverso como inmoral que explota, destruye y macera a los sujetos para procesarlos bajo sus propias contradicciones. Sardónica e inocente a la vez, Gringo encuentra así un equilibrio entre todos los géneros que transita para hallar en un grupo de antihéroes el reflejo del capitalismo corporativo en su expresión más patética y mezquina.