Gravedad

Crítica de Benjamín Harguindey - EscribiendoCine

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Hay una escena más o menos obligatoria en toda película de astronautas. Uno de los astronautas mira por la ventanita del cohete, dice algo así como “Esto no es algo que se vea todos los días” y la cámara corta a una imagen de la Tierra onda National Geographic. No asombra a la audiencia ni busca hacerlo, es un detalle aburrido que hay que sacarse de encima porque probablemente los astronautas hacen lo mismo en la vida real. Y efectivamente el comandante Kowalski (George Clooney) dice algo por el estilo al comienzo de Gravedad (Gravity, 2013). Sólo que esta vez realmente es algo que no se ve todos los días. La película es tan asombrosa como pretende serlo. En serio.

Gravedad comienza con un plano ininterrumpido por unos 10 minutos en el que la cámara orbita un satélite que está siendo reparado por los astronautas Kowalski y Stone (Sandra Bullock). No hay ni eje, ni horizonte, ni arriba ni abajo: la cámara desorienta y establece un vacío vertiginoso con el planeta Tierra como único punto de referencia. Jamás se lo ve entero – es un coloso que cambia de forma y color constantemente, hermoso e inconmensurable a los ojos de nuestros diminutos protagonistas. Crédito para Emmanuel Lubezki. Es el director de fotografía de preferencia de Alfonso Cuarón, pero tiene la suerte de venir de trabajar en El árbol de la vida (The Tree of Life, 2012) – otra película técnicamente brillante con el cosmos como materia prima.

La tensión aumenta mientras esperamos la inevitable catástrofe que dejará a nuestros protagonistas a la deriva en el espacio. Oímos voces transmitidas desde Houston, pero el punto de vista está firmemente anclado sobre Kowalski y Stone. Esta es una película sobre las sensaciones intensas que se apoderan del ser humano al filo de la muerte, su comportamiento compulsivo, y su lucha desesperada, controlada y finalmente desafiante por sobrevivir. Es un excelente estudio de este comportamiento, guionado con verosimilitud y encuadrado e ilustrado tácticamente por la cámara. Sus planos secuenciales serán objeto de estudio a futuro, en particular uno que constituye una de las mejores secuencias de peligro in extremis jamás hechas.

Clooney y Bullock comparten el protagonismo, aunque la historia es específicamente sobre el personaje de Bullock, porque es la única en tener un conflicto latente (Clooney es el arquetípico mentor en el epílogo de su propia vida) y es la única en tener un arco narrativo curvilíneo. La película se concentra sobre ella. No es una actriz que ostente mucho rango o complejidad, pero las actuaciones pasan más por el lenguaje corporal y por la voz. Clooney y Ed Harris como las calmas voces de la virilidad autoritaria son excelentes decisiones de casting. Bullock como la voz de la endeble histeria, también.

En fin, la película recurre a las herramientas obvias del thriller. Se está acabando el oxígeno. Se está acabando el combustible. Se está acabando la calefacción. Se está acabando el tiempo, en general. Pero tiene la inteligencia como para poner al espectador en el mismo estado de vulnerabilidad e impotencia que pone a sus personajes. La inconmensurabilidad de la nada espacial es el vivo ejemplo de la agorafobia, pero al mismo tiempo está la claustrofobia del traje del astronauta y la precariedad de su protección. ¿Hay peor castigo que sufrir dos fobias contradictorias al mismo tiempo? Y por supuesto el vértigo ante la ausencia de fricción.

Gravedad es una de esas excelentes películas que logran excelencia en todos sus niveles interpretativos. Es una excelente historia acerca del renacer humano ante la amenaza de muerte, y es un excelente thriller, porque no hay forma de empatía más intensa que la de la supervivencia. Olviden las armas de fuego, las conspiraciones políticas y las persecuciones de alta velocidad: aquí hay una película construida enteramente entorno a agarrarse a algo y no dejar de respirar. ¿Cuánto más primordial se puede poner?