Good Time: Viviendo al límite

Crítica de Roger Koza - Con los ojos abiertos

Good Time: Viviendo al límite es una película de derrotados, y no solamente por los dos hermanos protagonistas que, tras un fallido robo de un banco, no dejarán de sufrir inconvenientes de todo tipo. Las peripecias de los hermanos siempre están asociadas a un contexto a tono con la existencia desgraciada que les toca vivir. Los pacientes de un psiquiátrico, los reos de una cárcel, las familias desmembradas, los pacientes de un hospital público constituyen una mayoría sufriente y silenciosa que no participa del mundo de las riquezas y el resguardo de las instituciones. Los hermanos y todos estos hombres y mujeres son el reparto secundario de un sistema. En ese sentido, la abuela y su preadolescente nieta, que tienen un rol importante a mediados del relato y apenas subsisten en una pieza inmunda y oscura de Nueva York, son un poco el corazón oblicuo del film. La austera y casi mecánica solidaridad que emana de ellas no alcanza para contrarrestar la determinación social de estas criaturas y la desconfianza integral, pero el gesto existe y se desmarca momentáneamente de una sociedad despiadada.