Good Time: Viviendo al límite

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

CÓMO UNIR EL INDIE Y EL MAINSTREAM A PURO VÉRTIGO

Los hermanos Benny y Josh Safdie, referentes del indie norteamericano, dan un paso al frente hacia la masividad en Good time: viviendo al límite, donde cuentan con una estrella como Robert Pattinson en el protagónico y donde profundizan, a partir de una estructura en tiempo real a lo Después de hora, en un cine de género energético y vital pero que no pierde nunca de vista su cuota autoral. Aquí dos hermanos -uno con evidentes trastornos psiquiátricos- roban un banco y las consecuencias serán un viaje por una Nueva York sórdida, neurótica y nocturnal que se aleja de la postal habitual. Lo positivo en Good time… es que ese cruce entre el cine casi de contrabando que hacen los Safdie y el roce con una ambición de cine popular no resta en ninguna de las supuestas puntas de la ecuación. Todo lo contrario, la estética subversiva, granulada, le adosa a esta suerte de buddy movie contenidamente disparatada un aspecto cinematográfico mayor, a la vez que la apuesta por un cine popular alejado de la pose festivalera le da libertad y diversión.

La primera media hora debe estar, lejos, entre lo mejor que ha brindado el cine norteamericano en este 2017: todo arranca con un diálogo vibrante de primeros planos entre uno de los hermanos, Nick (Benny Safdie, uno de los directores), y su psiquiatra, un diálogo que tiene ecos también de uno de los padres del cine independiente norteamericano (porque el indie antes se llamaba independiente, vaya uno a saber…) como John Cassavetes. Allí irrumpe el otro hermano, Connie (Pattinson, en una actuación notable, la mejor de su carrera), y esa tensión con la que quiebra ese arranque será el hilo conductor del relato. Luego el robo, luego una bomba de pintura que estalla para potenciar esa paleta de colores increíble que el director de fotografía Sean Price Williams trabaja, luego la fuga y una película que nunca se detiene, que siempre encuentra giros creativos y divertidos para salir adelante, como el propio Connie. Una de las cosas que los Safdie logran con enorme convicción es la de devolverle al cine la despreocupación por el verosímil administrativo, ese que busca conectar todas las piezas con la lógica de un asiento contable. Aquí pasan cosas bastante curiosas, algunas improbables, pero la energía del relato nos lleva de las narices y nos impide preguntar a cada paso si lo que está sucediendo es coherente. El estilo cuasi alucinatorio de la narración justicia esa estructura lúdica.

La referencia a Después de hora no es para nada gratuita, ya que el propio Martin Scorsese aparece primero entre los agradecimientos del final. Y aquella película emblemática de los 80’s y de este tipo de relatos donde un catástrofe se encadena otra catástrofe sirve de base para Good time: viviendo al límite, pero también lo hace aquel cine scorsesino de los 70’s donde cierta marginalidad invadía con una energía y una potencia inusitada. Si los Safdie parecen obsesionados con algunos referentes del cine norteamericano, especialmente de los 70’s y 80’s (hay aquí algo de Walter Hill también), el acierto en su mirada es licuar todo eso para construir un cine del presente. Good time: viviendo al límite podría haber sido realizada hace 25 años, pero es una película de hoy, vital, alejada del museo y la catedral. Que los Safdie hayan sido convocados para hacer una remake de 48 horas es una forma de confirmar estas filiaciones.

Aunque claro, prejuiciosos como somos, lo que más nos llama la atención de la película es la actuación enorme y sorprendente de Pattinson. El actor, que para escapar del estigma de Crepúsculo ya se había probado con directores de otro palo como David Cronenberg, Werner Herzog, Anton Corbijn o James Gray, está aquí mucho mejor que nunca. Porque en su viaje con directores “prestigiosos”, igualmente no había podido sacarse de encima ese velo de languidez e introspección más propio de su vampiro atravesado por el Método. Por el contrario, en Good time: viviendo al límite se aleja de tics reconocibles y se presta corporalmente a una transformación absoluta, llevando la apuesta tensa y vertiginosa de la película, incluso, a su presencia en pantalla. Así, cuando el film de los Safdie caiga en algunas redundancias y reiteraciones, será el propio Pattinson el que sostenga el interés y nos revele el encanto fundamental de la película, lo que nos fascina: su vitalidad, energía, tensión, nervio, para sacar al indie y al mainstream del más absoluto sopor.