Good Time: Viviendo al límite

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Estrenada en la Competencia Oficial del último Festival de Cannes, esta nueva película de esos héroes del cine independiente norteamericano que son los creadores de Daddy Longlegs y Heaven Knows What (Josh también filmó en solitario The Pleasure of Being Robbed) los muestra incursionando por nuevos rumbos, ya que se desmarcan de los diálogos del mumblecore y de los personajes excéntricos para ofrecer un intenso thriller que se apodera de las calles de Nueva York y le permite a Pattinson demostrar ahora sí que es mucho más que un actor carilindo sin demasiadas facetas.

Si bien ya había demostrado algunas cualidades actorales en, por ejemplo, dos películas dirigidas por David Cronenberg (Cosmópolis y Polvo de estrellas), David Michôd (El cazador), Werner Herzog (Queen of the Desert) y James Gray (Z: La ciudad perdida), Robert Pattinson nunca logró destacarse demasiado ni mucho menos desmarcarse del estigma de ser el galán insípido de la saga Crepúsculo.

Por fin, de la mano de los hermanos Josh y Ben Safdie -auténticos héroes del cine independiente neoyorquino-, salió de esa suerte de letargo, de su impronta entre lánguiday fría, para conseguir en Good Time: Viviendo al límite la mejor actuación de su carrera aportando todo el nervio y la energía a un personaje en el que además está casi irreconocible desde lo físico. El intérprete londinense es Connie Niklas, un ladrón de bancos de Queens que debe hacerse cargo de su hermano Nick (interpretado por el propio Benny Safdie), que padece ciertas discapacidades mentales.

La primera media hora de Good Time... es notable: Un asalto a una sucursal bancaria, la fuga y una bomba de pintura que les explota a los ladrones cuando abren el bolso con la plata conforman una secuencia de acción y humor absurdo extraordinaria. Nick es atrapado y enviado a la cárcel de la isla de Rikers. Comenzará entonces una carrera contra el tiempo en la que Connie deberá ir por todo y contra todos para liberar a su hermano.

Sin embargo, con el correr de los minutos la película pierde algo de fuerza y deriva hacia subtramas y aspectos poco desarrollados o no del todo logrados, aunque por suerte el desenlace está a la altura de lo mejor del film. Además, aun con sus altibajos, Good Time... nunca pierde la apuesta por el delirio y la potencia narrativa con la música de sintetizadores y beats de Oneohtrix Point Never (aka Daniel Lopatin) de fondo.

En ese sentido, además del estilo de cine-guerrilla de los Safdie que se apropian de las calles de Manhattan y Queens, y del apuntado aporte de Pattinson y el resto del elenco, es para destacar la fotografía del siempre talentoso Sean Price Williams que permite sumergirse en esas Calles salvajes neoyorquinas que remiten a la primera época de Martin Scorsese (también hay algo en el film del cine de Nicolas Winding Refn y Michael Mann). Una provocativa, arrasadora y por momentos deforme (en el buen sentido) combinación entre el thriller y el drama familar de espíritu cassavetiano.

Se trata, en definitiva, de una alianza satisfactoria para ambas partes entre un actor (Pattinson) en busca de nuevos desafíos con directores arriesgados y una dupla (los Safdie) que intenta salir del micromundo del mumblecore de bajo presupuesto y exclusivo consumo festivalero para incursionar en el cine de género y apuntar a audiencias más masivas. Misión cumplida, entonces, para todos.