Glass

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Tratado sobre la normalización

El realizador de origen hindú M. Night Shyamalan regresa al perturbado protagonista de Fragmentado (Split, 2016) en su último trabajo, Glass (2019), para combinarlo con los personajes de uno de sus aclamados primeros films, El Protegido (Unbreakable, 2000), película que inició una trilogía de superhéroes -o anti superhéroes- que culmina aquí en una indagación sobre las posibilidades del cuerpo y la mente humanas.

Glass retoma el final abierto de Fragmentado para seguir las andanzas de Kevin Wendell Crumb (James McAvoy), un joven diagnosticado con un severo trastorno de identidad disociativo debido a un trauma durante su niñez por el maltrato materno con veinticuatro personalidades distintas, entre las cuales se encuentra La Bestia, criatura mitad hombre y mitad animal y venerada por el resto de los personajes, autoproclamados La Horda, una secta que sigue a La Bestia como una entidad extraordinaria que purificará a la humanidad. El secuestro de unas adolescentes en Filadelfia alerta a David Dunn (Bruce Willis), un centinela con una súper fuerza y capacidades extrasensoriales, protagonista de El Protegido, que inicia una búsqueda para encontrar al psicópata secuestrador, pero ambos son encerrados en un instituto psiquiátrico junto a Elijah Price (Samuel L. Jackson), un pretendido archienemigo de Dunn que se hace denominar Mr. Glass debido a la fragilidad de sus huesos producto de una grave enfermedad congénita denominada osteogénesis imperfecta, encerrado allí hace dieciocho años tras revelarse como autor de varias catástrofes con una gran cantidad de víctimas fatales. Los tres hombres son tratados por la doctora Ellie Staple (Sarah Paulson) como víctimas de una patología psiquiátrica que los induce a creerse superhéroes o supervillanos en un intento médico de que reconozcan que no son personajes con poderes extraordinarios y sí sujetos estimulados por sus tragedias y traumas personales, ahora canalizadas a través de la identificación con prototipos de los cómics.

A diferencia de los film de superhéroes contemporáneos, Glass disuelve la dicotomía entre el bien y el mal para trasladarla al ámbito de la psiquiatría y el psicoanálisis, proyectando el bien y el mal como dos caras entre muchas de un cristal que refracta las imágenes de héroe y villano como dos representaciones que les permiten a los protagonistas encontrar un propósito en una metáfora sobre la banalidad de la vida basada en la producción y el consumo de basura pasteurizada de la actualidad. En esta operación M. Night Shyamalan realiza también una crítica a la psiquiatría y a la sociedad de control como instituciones y dispositivos normalizadores y a las aburridas construcciones de la sociedad del espectáculo, a la vez que realiza una divertida sátira de los consumidores de cómics llena de guiños a la subcultura.

Anya Taylor-Joy regresa como Casey Cooke, la única persona que logra escapar de las garras de Crumb en Fragmentado para intentar ayudarlo en su tratamiento, al igual que el hijo de David Dunn, Joseph, personaje interpretado por Spencer Treat Clark que en El Protegido idolatraba a su padre al descubrir su poder y ahora en la adultez lo acompaña logísticamente en su misión heroica. McAvoy se destaca nuevamente gracias a un personaje ecléctico e impredecible en una historia que privilegia la narración por sobre la acción y la construcción dialógica por sobre ese efecto por el efecto sin sentido que caracteriza al cine actual. La construcción de las identidades es el eje de una narración que prácticamente carece de efectos especiales en uno de los únicos films de autor del género en mucho tiempo.

Shyamalan retoma aquí como eje de la trama la teoría que Mr. Glass le expone a David Dunn en El Protegido de que los superhéroes de las historietas son en realidad arquetipos de relatos de personalidades extraordinarias con súper poderes manifestados a lo largo de la historia humana, todo al servicio de un film que se burla del fanatismo por los cómics y por las historias de superhéroes. Con su característico estilo que combina terror y suspenso psicológico con cuestiones sobrenaturales, el director de Sexto Sentido (The Sixth Sense, 1999) propone un análisis respecto de la necesidad social actual de la creencia absurda en los superhéroes en una época nihilista y cínica, de falta de valores éticos y marcada por la construcción ficticia de identidades transformadas en máscaras creadas por y para el consumo, e incluso con el objetivo de abusar de terceros en distintos ámbitos.

El responsable de Señales (Signs, 2002) logra resolver todas las tramas de los films anteriores de esta trilogía centrada en el descarrilamiento del ferrocarril Eastrail 177 que unía Nueva York con Filadelfia, ofreciendo respuestas para todos los interrogantes y cerrando los cabos sueltos de las tres películas en un acto que refuerza el carácter antitético respecto de los films del género de hoy en día. Glass se adentra así en la psicología de los tres personajes para descubrir tres tipos de patologías que resignifican los tipos de superhéroes o supervillanos que caracterizan a las historietas en un film atípico que utiliza el suspenso psicológico para dejar un mensaje al espectador sobre la necesidad de la sociedad de despertar de su largo letargo.