Germania

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Esta ópera prima del joven director entrerriano Maximiliano Schonfeld -premiada en la Competencia Internacional del último Bafici y en los festivales de Hamburgo y Praga- narra la historia de los integrantes de una familia que vive en una pequeña aldea de alemanes del Volga, una comunidad ubicada en su provincia natal que conserva intactas las tradiciones ancestrales y hasta el dialecto Wolgadeutsche.

Los protagonistas están a punto de abandonar el lugar, ya que su granja, dedicada principalmente a la explotación avícola, está a punto de quebrar. No hay demasiadas explicaciones, aunque un virus o el agua clorada podrían ser las causas de la debacle.

Pero ése no es el eje principal del relato, sino el punto de vista de los dos hijos adolescentes: él (Lucas Schell) debe despedirse de sus amigos y, en el caso de ella (Brenda Krütli), definir también su futuro en medio de un amor "prohibido" y un embarazo.

Película climática, de atmósferas melancólicas y por momentos opresivas (las imágenes de las gallinas y pollos que van muriendo), Germania ofrece en su trasfondo algunas lúcidas observaciones sobre las relaciones en el seno de esa comunidad bastante cerrada y anclada en el tiempo (será inevitable la comparación con Luz silenciosa, del mexicano Carlos Reygadas), aunque el foco está puesto en el contradictorio universo adolescente, en la represión interna de los personajes y en la sensación de pérdida (de derrota).

Si bien la puesta en escena no alcanza a potenciar todas las ideas que se esbozan y el director opta tanto desde lo visual como de lo musical por un registro algo frío, solemne y distanciado, se trata de un film bello, sutil, sugerente, arriesgado y, en definitiva, valioso.