Franklin. Historia de un billete

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Franklin, es un policial argentino construido en base a las ideas del policial negro clásico pero también de sus derivados más cercanos en el tiempo. Si existe un neo noir, también se podría decir que hay un noir argentino contemporáneo. Un mundo de boxeadores, prostitutas, traficantes, ladrones, policías criminales y empresarios corruptos. Una fauna propia del género, desde sus comienzos hasta la actualidad. Hay ecos -que no necesariamente ni citas ni homenajes- a las historias corales del estilo de The Asphalt Jungle (1950) o Pulp Fiction (1994) pasando por títulos argentinos como Pizza, birra, faso (1998) y las ficciones televisivas nacionales de los creadores de este clásico de criminales marginales y antihéroes bien locales.

Correa es un boxeador que desafió una pelea arreglada y no le queda otra más que trabajar para Bernal, un líder criminal que maneja todo el negocio de una zona del sur de la ciudad de Buenos Aires. Luego de que cumple su condena en la cárcel por homicidio culposo, debe volver a instalarse pero sus intereses chocan directamente con los de su jefe. La lealtad que le debe a él está por debajo a la que tiene con Rosa, una prostituta que mató a un policía corrupto y con quién Correa tiene una relación. Su única posible salvación gira en torno a un billete de cien dólares -de ahí el título de la película- pero como buen policial negro nada será fácil.

Hay muchos aciertos y planteos interesantes en Franklin, pero también hay demasiadas historias, algunas más ingeniosas que interesantes y muchos personajes que no logran encontrar su tono justo. El elenco es desparejo y hay momentos simplemente fallidos como el cameo de L-Gante, un popular cantante que aparece con la sutileza de un elefante en un bazar. A veces es mejor un exceso de ideas que la ausencia de estas, pero cuando un película sube un poco la apuesta luego tiene que mantener su promesa. Los actores conocidos le juegan en contra, porque la mayoría está jugando a ser marginal sin parecerlo, ese es el peor defecto de Franklin.