Flash

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

El Universo Extendido de DC, pudo no haber tenido la suerte que Warner Bros ambicionaba (en gran parte, por desprolijidades de la propia compañía), pero dejó películas más que meritorias. De hecho, El Hombre de Acero es una de las más auténticas, colosales y audaces películas de superhéroes del siglo XXI. También pudieron destacarse Diana Prince/Wonder Woman (Gal Gadot) y Arthur Curry/Aquaman (Jason Momoa) en sus respectivas películas. Pero estaban faltando las andanzas (hiperveloces, por supuesto) de Barry Allen/Flash, encarnado por Ezra Miller. Tras años de desarrollo, llegó Andy Muschietti para dirigir el proyecto.

La historia está inspirada en el comic Flashpoint, donde Flash accede a un mundo alternativo en el que sus colegas justicieros o no existen -Batman ahora es Thomas Wayne, el padre de Bruce- o están enfrentados entre sí. Muschietti y la guionista Christina Hodson toman los elementos esenciales, pero partiendo de Barry y su dura vida familiar. Al principio de la película se lo muestra más experimentado en su faceta superheroica, De hecho, logra salvar varios bebés de un hospital que se derrumba, y sin perder el humor. Pero cuando se quita el traje rojo debe seguir lidiando con la situación de su padre (Ron Livingston, en reemplazo de Billy Crudup), sigue en prisión acusado de haber asesinado a la madre (Maribel Verdú). Entonces comprende que sus rapidez antinatural le permiten retroceder en el tiempo. Su idea es volver a 2013, a los acontecimientos antes del homicidio, para añadir al carrito de supermercado la lata de tomate que la madre originalmente había olvidado y que había motivado a que el padre saliera y ella quedara indefensa. Y Barry lo logra y puede disfrutar de los suyos como cuando era chico. Pero pronto descubre que esa alteración temporal trastocó la realidad tal como la conocía. Se topa con la versión universitaria de sí mismo, y debe encargarse de que le pegue el rayo que le dio los poderes. Lo logra, pero al mismo tiempo él pierde sus capacidades extraordinarias y el Barry joven no posee la capacidad de viajar en el tiempo.

A partir de ahí, Muschietti presenta una sucesión de personajes y acontecimientos. En aquel presente distinto, los demás integrantes de la Liga de la Justicia no están… aunque sí existe Batman. Sin embargo, es otro Bruce Wayne (Michael Keaton). Barry contará con él para recuperar sus poderes y cumplir una misión inesperada: como había sucedido en el presente, el General Zod (Michael Shannon) llega a la tierra en busca de Kal-El/Clark Kent/Superman (Henry Cavill, ausente con aviso), pero la kryptoniana buena más cercana es su prima, Kara-El/Supergirl (Sasha Calle). Así se genera una novedosa variante de La Liga que deberá impedir la destrucción de la Tierra.

Por supuesto, sobrevienen peleas, destrucción y espectacularidad. Abunda el humor, sobre todo por la interacción entre los Barries (el adulto se ve obligado a ser más maduro que el otro, todavía un tontuelo). Y se produce una avalancha de referencias al universo DC de todas las épocas y a la cultura popular en sí. Pero Muschietti nunca pierde de vista el costado humano de la trama. El eje nunca deja de ser Barry y el amor por sus padres. Aquí la clave es la actuación de Miller, que sabe transmitir lo más profundo -y a veces oscuro- del personaje.

El director tampoco cayó en la tentación de hacer una película encubierta del Batman de Affleck ni del de Keaton; ambos funcionan como sólidos secundarios y pueden gozar de un muy noble cierre de sus etapas.

Flash es un estupendo punto final al DCEU -o por lo menos, a lo que planeó Zack Snyder-, un tributó a DC en el cine (el clímax incluye sorpresas a granel), el film que el Velocista estaba mereciendo y la prueba de que los viajes en el tiempo son premisas tan imbatibles como el más aguerrido de los superhéroes.