Flame y Citrón

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

En una reciente emisión del programa radial semanal “Cinefilia” se pudo entrevistar, junto a Luis Kramer, al director y al coguionista de “Flame y Citron”. Ole Christian Madsen, su realizador, venía de terminar la filmación de su siguiente película cuyo sugestivo nombre, “Superclásico”, alude al encuentro entre los dos equipos de fútbol más populares de nuestro país. En cuanto a Lars Andersen, ya entrevistado hace un año en la radio (FM La Tribu), se puede señalar que ha llegado, según parece, para quedarse en forma permanente en Argentina.

La cinematografía danesa no posee demasiados nombres conocidos siendo quizás Susanne Bier su figura más popular en la actualidad. Dos de sus realizaciones estrenadas localmente, “Corazones abiertos” y “Después del matrimonio”, contaban como intérprete principal a Mads Mikkelsen, a quien se ha visto en superproducciones tales como “El Rey Arturo” y “Casino Royale”. El es ahora Citron, un personaje real que junto al más joven Flame (Thure Lindhart) integraron una pareja de resistentes daneses durante la Segunda Guerra Mundial. La acción se sitúa hacia mediados de 1944, cuando aún Copenhague estaba ocupada por los nazis. Por momentos recuerda a “Black Book” del holandés Paul Verhoeven, otro film sobre la ocupación.

El pelirrojo Flame es quien ejecuta, a menudo a sangre fría, a colaboracionistas y oficiales alemanes mientras que el más veterano Citron, cuyo seudónimo nace de su pasado trabajo en una fábrica de autos, hace de chofer. Pero a veces los roles se invierten sobre todo porque el joven dice no poder matar fácilmente a una mujer. Justamente será su conflictiva relación con Ketty Selmer (Stine Stengade) una circunstancia decisiva en la vida de ambos. Es poco clara la vinculación de ésta con el jefe de la GESTAPO, Karl Heinz Hoffmann, una buena interpretación de Christian Berkel (“Operación Valquiria”, “Bastardos sin gloria”).

La oscuridad de los personajes se extiende a otros entre los que se incluye al padre de Flame, en cuyo hotel se alojan militares alemanes de alto rango. Pero incluso la misma se extiende a las propias figuras centrales a los que no se presenta como seres valientes, sino más bien como antihéroes. Esto queda patentizado en una escena en que Citron le afirma a su esposa que, una vez finalizada la guerra, él deberá ir a la cárcel por las cosas que ha hecho y se pregunta qué es la dignidad.

Como señalara en la entrevista Christian Madsen, la película provocó mucha polémica en su estreno en Dinamarca al mostrar el lado más oscuro de la resistencia, pese a ser en el balance bien recibida. Esta ambigüedad es sin duda uno de los mayores méritos de “Flame y Citron”, un bienvenido estreno en épocas del año en que el grueso de la oferta fílmica se orienta hacia obras pasatistas.