Familia peligrosa

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

Los trucos y rellenos de un director vacío

Desde hace casi un cuarto de siglo, la obra de Luc Besson (París, 1959) alterna entre la clonificación y la paráfrasis del cine de acción hollywoodense. Clones son las películas que produce, como la serie El transportador o el thriller truculento Los ríos color púrpura. Paráfrasis, las que dirige: una fría asesina, en lugar del clásico asesino macho del cine negro, en Nikita; un killer despiadado, pero de corazón de niño, emparejado con una niña-adulta, en El perfecto asesino; la ópera espacial devenida opereta, en El quinto elemento. Hablada en inglés, con elenco mayormente estadounidense y Robert De Niro como ex mafioso, Familia peligrosa ve a la paráfrasis reemplazada por el gastado jueguito intertextual, la vulgata cinéfila tardía, el chistecito poscinematográfico. Todo avalado por el mismísimo Martin Scorsese, que es uno de los productores.

Bajo el alias de familia Blake, Giovanni Manzoni (De Niro) y los suyos llegan a un apartado rincón de Normandía, en el nordeste de Francia, donde el FBI les consiguió refugio. Sucede que Manzoni abrió la boca y dio nombres de miembros de la otra familia, la famiglia, por lo cual se halla ahora bajo el programa de protección de testigos. El chiste es simple y parece casi un eco lejano de Analízame: cómo va a hacer el mafioso para no dejarse llevar por sus costumbres y quedar expuesto como lo que es, atrayendo sobre sí al ejército de ejecutores de negro que algún capo mandó del otro lado del Atlántico. Cuando el agua de la vieja casa normanda que les consiguieron sale oxidada de las canillas, Giovanni, ahora llamado Fred, puede llegar a ponerse muy nervioso con el plomero y agarrarlo a batazo limpio. No sólo él: basta que alguien hable mal de ella en el súper del pueblo para que su esposa Maggie (Michelle Pfeiffer) derrame algo de nafta en el local y luego encienda un fósforo. Mientras tanto, los chicos Blake se comportan como un par de auténticos proto-wise guys en el liceo local.

Como Besson es un director vacío, necesita rellenar. Aquí lo hace con presuntos homenajes a sus actores, que dan un poquito de vergüenza ajena, en tanto al hacerlo los hunde en el pasado, celebrando algo así como una versión cinemática de Grandes valores del tango. Los batazos de De Niro remiten a un famoso plano cenital de Los intocables; los flashbacks de Michelle Pfeiffer con mucho spray, taco aguja y pantaloncitos pescador, a Casada con la mafia. Quién otro podría ser el agente del FBI responsable de que los Blake sigan con vida que Tommy Lee Jones, tan seco y amargo como en Hombres de negro. El colmo de la vergüenza ajena es cuando Giovanni/Fred va al cineclub del pueblito a ver... Buenos muchachos. Y goza como loco, y les explica a los vecinos cómo es ser un wise guy en realidad. Ja, qué bueno, una para que nos riamos todos.