Extrañas apariciones 2

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Del mismo año que El conjuro , estrenada antes en muchos países, aunque aquí después, Extrañas apariciones 2 tiene muchas coincidencias con esa gran película de James Wan: la familia que va a una casa "con pasado", los fantasmas que se acercan, la vegetación, el fantasma flotante sobre la cama, el árbol ominoso con forma sorprendentemente parecida. Pero todo lo que enseñaba El conjuro con su narrativa tersa, con su clasicismo cruzado con el cine de los setenta, es aquí dejado de lado. El título original de esta película es The Haunting in Connecticut 2: Ghosts of Georgia , pero no hay relación de continuidad con The Haunting in Connecticut de 2009 con Virginia Madsen. Y no pasa en Connecticut con fantasmas que viajan desde Georgia, sino en Georgia, en un caso espectacular de esquizofrenia geográfica.

Esta película consta de pocos personajes, al menos personajes vivos: madre, hija, padre, hermana de la madre. Todas las mujeres tienen el don o la maldición de ver fantasmas, de "percibir" más allá, o acá nomás, pero más profundamente. Y se mudan a una casa aislada, con mucha historia detrás, que incluye ¡esclavos! Es decir, esta película, caradura desde el comentado título, mezcla a los trajinados fantasmas digitales (no muy buenos) con el tema de moda. Podría estar bien eso, pasarse de rosca y jugarse por un tono jocoso de cine de explotación despreocupado, pero no: carente de sentido del humor, el film nos enfrenta con sus enormes debilidades a cara de perro. Y la seriedad buscada choca con golpes de efecto al por mayor (presencias que cruzan y parpadean y aparecen de pie con música fuerte), cualunquismo del punto de vista (¿y ese fantasma que se cruza el padre al final?), diálogos y actitudes imposibles (esa madre que niega lo que a ella misma le pasa), absurdos imparables (lógica espacial fantástica que no se explica, explicaciones ad hoc con flashbacks fragmentarios, paso al voleo de lo espiritual a lo material). Todo esto puede resumirse en que la película se basa en una arbitrariedad tras otra, un recurso gastado y artero tras otro, en una acumulación que sobre el final termina de derrumbar lo poco que había en pie. "Basada en una historia real", afirman, y eso se intenta reforzar poniendo carteles con la fecha exacta de cada evento. Mejor habría sido hacer un relato con alguna mínima consistencia.