Excursiones

Crítica de Leonardo M. D’Espósito - Crítica Digital

El discreto encanto de la melancolía alegre

El tercer largometraje de Ezequiel Acuña vira más decididamente hacia la comedia y transforma cierta angustia de juventud de sus primeras películas en una mirada más amplia y más humorística. Actores perfectos.

Es así: dos amigos que hace mucho que no se ven vuelven a encontrarse. Uno de ellos ha quedado sin trabajo en una fábrica de golosinas; el otro es guionista televisivo. El primero quiere escribir una obra de teatro y quiere que el otro lo ayude.

El segundo, reticente primero pero misteriosamente incapaz de decir “no”, agarra viaje. Ese viaje es lo que retrata Excursiones, tercer largo de Ezequiel Acuña y su película más luminosa, más amable –en el sentido literal- y aquella donde el fuerte sentimiento de melancolía y nostalgia que campeaba en Nadar solo y Como un avión estrellado cambia de rumbo.

En aquellas películas, la cámara encontraba la angustia interior de los personajes (a veces a su pesar). Y es cierto que se formaban pequeñas comunidades entre los protagonistas como en Excursiones. Sin embargo, había algo entre ellos que no podía comunicarse y que generaba aquella angustia, que podía quedar en suspenso o estallar incluso en tragedia. Aquí ya no hay angustia sino una melancolía intermitente que parece ceder espacio a una alegría reconquistada.

Acuña tiene un ojo muy preciso para encontrar lo que vale la pena mostrar. Los ciegos que le han criticado –muchas veces escudados en la cobardía de no nombrar sus films- los vagabundeos o digresiones de sus personajes nunca han observado que son producto de una idea muy precisa respecto del mundo que rodea al realizador. Y que su arte como cineasta, como narrador, consiste en exprimir ese spleen para generar gotas de lo extraordinario, lo que termina conformando sus películas.

En Excursiones, cuyo tono es pura comedia (la comedia es ese género donde, si pasa algo terrible, está en el pasado o en el principio: la risa y la sonrisa curan), esta precisión es mayor. Es cierto que el film luce, respecto de los anteriores, más “armado”, pero es prerrogativa del género. Sin embargo, los mejores momentos tienen el exacto aire de cosa nueva, “en vivo y sin red”, que le da su fuerza. Acuña muestra que es un muy buen director y que, si bien sus películas nacen de un material personal –pero no autobiográfico- puede tomar la distancia justa para volverlo universal. Y cómico.

Seamos claros: Excursiones tiene joyas cómicas en su transcurso, verdaderos raptos de gran humor cuyo mérito Acuña comparte con sus dos actores (geniales ambos, Alberto Rojas Apel y Matías Castelli), que le exprimen toda clase de emociones a cada secuencia y a cada diálogo.

En ese departamento, el de la palabra, también Acuña logra una rara precisión, encontrando el costado ridículo a los lugares comunes. Jugando, de hecho, porque el film es, ni más ni menos, una apelación al juego, una descripción precisa de cómo se construye la amistad a partir de cierta fantasía compartida, de ciertos recuerdos y de un lenguaje común. Ahí aparece la melancolía pero también, en estos personajes que terminan sanando las heridas de una tragedia de adolescencia –el film “cura” la situación de Como un avión...- para enfrentarse a una adultez que los reclama y a la que entran pero no del todo, sino guardando un espacio para la libertad y la alegría de la infancia y la adolescencia.

Sí, Excursiones es un film menos lírico en cierto sentido que los otros films de Acuña, justamente por esa ausencia de angustia. Pero es, también, un film más maduro, realizado por un artista que ve el mundo con una perspectiva mayor, con una mirada que nunca es desencantada pero que no excluye la ironía. Sabe –ha descubierto- que a pesar de sus momentos terribles, la vida es una comedia. Y lo pone en pantalla como si manejara todos los resortes de ese arte dificilísimo. Excursiones es un paseo por nuestros propios recuerdos, retratados como aquella vereda donde se jugaba a la escondida.