Excursiones

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Dulce y melancólico

Para su tercer largometraje -luego de Nadar solo y Como un avión estrellado- Ezequiel Acuña regresó a su propia historia artística para ahondar en el pasado -y en el presente, claro- de los personajes de su corto Rocío (1999) interpretados por los mismos actores (Alberto Rojas Apel, su habitual coguionista, y Matías Castelli).

No se trata de una fórmula novedosa (sin ir más lejos, hasta Raúl Perrone hizo algo similar), pero en el universo de nostalgia precoz de Acuña funciona muy bien el reencuentro -una década después- entre dos ex compañeros de escuela: uno de ellos, Marcos, intenta retener su puesto en una fábrica de golosinas; mientras que el otro, Martín, es un exitoso guionista televisivo. La posibilidad de trabajar juntos en una puesta teatral es la excusa para que ambos recuerden el pasado (que incluye la muerte de un amigo cercano) e intenten sostener una nueva relación.

Rodada en 16mm, en un blanco y negro granulado, Excursiones tiene todos los elementos de los seres que habitan el universo Acuña (el paso de la adolescencia a la adultez, la aceptación de los compromisos, la sensibilidad, la inseguridad, la torpeza, la inocencia, la melancolía y mucha buena música), pero le agrega mayores (y mejores) dosis de humor y una significativa evolución en la marcación actoral.

La película no logra sostener la intensidad y el interés a lo largo de todo el proceso de ensayo y la presencia de terceros personajes (como los de Martín Piroyansky y Santiago Pedrero), que se entrometen en la relación entre los dos protagonistas, hacen más forzada y obvia la explosión de celos de Marcos. De todas maneras, Acuña -siempre coherente con sus búsquedas temáticas, narrativas y estéticas- termina concibiendo un más que interesante tercer film.

(Esta crítica fue publicada durante el BAFICI 2009)