Eternals

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Eternals, de Marvel, es dirigida por Chloé Zhao, que ganó dos Oscar en abril (mejor película y dirección) con Nomadland. Era una película íntima y realista sobre ciudadanos estadounidenses nómades, que los reflejaba casi con mirada documental. Eternals es todo lo contrario.

Todo en Eternals es muy épico, muy grande, abarca mucho tiempo -y no por las 2 horas y 37 minutos, porque hay que quedarse hasta la escena postcrédito-, porque los Eternals que viven entre nosotros están desde, no sé, 7.000 años. Van desde la antigua Mesopotamia que estudiábamos en la Secundaria, a Babilonia, pasando por Tenochtitlán y llegan al Londres actual.

Había una vez, en el comienzo, como arranca la película, unos depredadores llamados Desviantes, unas monstruosas bestias con tentáculos que estaban en la Tierra, y Arishem, el “Primer Celestial”, envía a los Eternals a nuestro planeta para protegernos de los Desviantes y restaurar el orden natural.

Los Eternos, que vienen por docena, son héroes inmortales que llegan desde otro planeta, Olimpia, a bordo del Domo, una nave espacial. Tienen apariencia humana, como que los interpretan Salma Hayek, Angelina Jolie y siguen las firmas, y tienen sus superpoderes.

Si no, no serían superhéroes de Marvel.

Pero, y siempre hay un pero, por más que digan “creíamos que los habíamos matado a todos hace cinco siglos”, los Desviantes volvieron. No importa cuántos son, sino que vayan saliendo.

Como ya sabemos que en una película de Marvel no basta con que los buenos peleen con los malos, sino que tiene que haber algo enrevesado por ahí, las cosas no serán transparentes.

No vamos a arruinar las sorpresas que tiene la trama.

Si bien los principios de los Eternals -que serían inmortales, pero parece luego que no- son inalterables, y van de la responsabilidad y la lealtad a la solidaridad y la unión que hace la fuerza, en algún momento de tanto que se cruzaron con los humanos, se ve que se contagiaron. Y entonces hay disputas internas. Y se enamoran, y se pelean. Y así.

Claro, un humano (Dane, encarnado por Kit Harington, uno de los dos actores de Game of Thrones presentes en el filme, el otro es Richard Madden), va y les pregunta por qué no ayudaron a pelear contra Thanos, antes de que desapareciera media humanidad, o -para a los menos incrédulos- evitaron alguna guerra.

“Nos ordenaron no interferir en conflictos humanos”, a menos que se entrometan los Desviantes, le dicen.

Pero ahora que resurgieron, los Desviantes no atacaron a los humanos, sino a los Eternals.

Y Eternals, decíamos, es demasiado. Todo es demasiado. Por empezar, son diez personajes, y no hay tiempo para desarrollar a cada uno. Así que se los presentará con pinceladas.

Ikaris (Madden) puede volar y dispara rayos desde sus ojos, pero aclara a un niñito que no es Superman, porque no tiene capa. Thena (Jolie) tiene armas mágicas y un síndrome que le hace pelear con sus amigos, Makkari (Lauren Ridloff) es rápida y a la vez sordomuda. Y como Eternals está a favor de la diversidad, también hay personajes de rasgos asiáticos (Sersi, interpretada por Gemma Chan), latinos (Ajax, que es Salma Hayek), indios (Kingo, en la piel de Kumail Nanjiani) y afroamericanos (Brian Tyree Henry como Phastos).

Y hay un primer beso homosexual en una película de Marvel, una pareja que tiene un hijito, y una escena de sexo con desnudos muy cuidado. Tanto, que no se ve nada.

A diferencia de otras producciones de Marvel, que se toman su tiempo para presentar y explicar personajes e historias, Zhao prefirió cocinar y servir el matambre sin dejarlo remojar en leche. Va por la historia personal de Sersi, y algunas relaciones interpersonales de los Eternals. Todo, sí, es espectacular, no sólo las puestas de sol, pero daba más para una miniserie que para una película.