Esto no es un golpe

Crítica de Guillermo Colantonio - Fancinema

LA ÉPICA OPORTUNISTA

Las películas son hijas de su tiempo y muchas veces responden a modelos que las sostienen institucionalmente. Así como las gestiones gubernamentales cambian, del mismo modo las miradas se insertan en un marco acorde a los tiempos que corren, y no iba a pasar mucho para que naciera una épica sobre el alfonsinismo bajo la impronta documental.

Sergio Wolf parte de un hecho, el primer alzamiento de los “carapintadas” en 1987. Pensemos en una situación, la grabación de un disco en estudio; y pensemos que estamos grabando con cuatro pistas. Por un canal vemos imágenes del presente, instituciones que desfilan ante nuestros ojos, carentes ya de los personajes que intervinieron en aquel entonces, o recorridas nuevamente por ellos para recuperar algún atisbo espectral (por ejemplo la terraza desde donde partió el helicóptero que trasladaba a Alfonsín a Campo de Mayo); en otra vía, aparecen los testimonios, es decir un entramado de voces que se complementan o contradicen (como en las versiones sobre reuniones secretas); luego, el material de archivo; por último, la voz del propio director que pregunta, conjetura, cuestiona y expresa sensaciones como testigo. Todos estos caminos están sostenidos a través de un registro enunciativo que, por momentos, tiende a la exposición didáctica y hasta neutral sobre temas candentes. En el mejor de los casos, uno podrá descubrir de qué modo, solapado, algunas pasiones genéricas se asoman. La condición cinéfila de Wolf le permite jugar con alusiones al policial (él mismo vuelve a oficiar como detective en busca de versiones), al western (tipos fuera de la ley contra los que imparten justicia) y a la comedia (las declaraciones, las contradicciones y el ego nacionalista de Aldo Rico, como ciertas reacciones de militares, representan más un gag que otra cosa).

Sin embargo, el referente es muy fuerte y no hay posibilidad de escapar a ello. El problema es que el contenido y la forma parecen jugar en un terreno tibio, donde la corrección estética es proporcional a las ideas que transmite esa voz en off que, si bien es capaz de cuestionar ciertas decisiones de Alfonsín, al mismo tiempo omite con su alabanza del padre de la democracia los yerros que conducirían a su gobierno al olvido por unas cuantas décadas. En este sentido, figuras como Aldo Rico se ahogan en su propio patetismo, pero hay que reconocer que varios rostros de aquella época vuelven a surgir de las cenizas y el efecto no dista mucho del de una película de zombies. Es lógico: vivimos en un país donde todo se recicla.

La pregunta que queda es si la afirmación anterior cabe también para los cineastas.