Esteros

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Tras muchos, muchos años sin verse, un día, en medio de una fiesta, Matías (Ignacio Rogers) y Jerónimo (Esteban Masturini) se reencuentran. Disfrazados se sorprenden de verse, porque en el fondo saben que su historia fue cercenada por el entorno y nunca pudieron hablar del tema. Ha pasado mucho tiempo desde que el último juego, la última palabra reconfortante, el último acercamiento entre ellos pasó. Ha corrido mucha agua bajo el puente, como suelen decir y la nueva y sorpresiva reunión es tan inesperada, disruptiva, chocante, pero también, en lo más profundo de cada uno, deseada.
Ese encuentro los acercará, una vez más, a debatirse sobre su identidad sexual y, principalmente, sobre cómo avanzar con decisiones que impactan a algunos en un pequeño pueblo en la frontera con Brasil, que nada entiende de amores, y mucho menos de aquello que siempre estuvo entre ellos y que nunca los abandonó.
"Esteros" (2016) de Papu Curotto, es una historia sentida y profunda sobre cómo la mirada de otro termina estableciendo un camino de inconformidad en el que, el destino, inevitablemente volverá a tomar partido y a inclinar el tablero para que esta amistad, que devino en tardes de descubrimientos, juzgamientos familiares y negativa a comprender que siempre el camino correcto deba ser seguido, se revele como aquello que nunca debieron negar.
Matías llega con su novia al Paso de los Libres, con el recelo de la oportunidad de participar en una fiesta, sabiendo que en cualquier momento el pasado lo sorprenderá para que tome una decisión, aquella que no se animó a defender hace tiempo, tal vez obligado por la decisión de sus familias de apartarlos.
Curotto construye este relato, basado en su propio cortometraje “Matías y Jerónimo”, en el que dos niños entre juegos, verano y carnaval, se asomaban a su identidad sexual, pero en esta oportunidad, la necesidad de avanzar con los personajes para saber qué pasó con ellos explorará a través de flashbacks el pasado, para sumarlo al presente de ambos.
La cámara como testigo, buceará en los niños y en los adultos, uno gay, el otro con dudas, para construir una narración tradicional en la que el conflicto latente sobre la asunción no de la sexualidad marcará el ritmo digresivo del relato.
El director logra climas íntimos, atmósferas nostálgicas que evocan a la infancia, al momento del receso escolar, al río y las tardes eternas con amigos, pero además utiliza ese tratamiento para poder, además introducir al espectador en la relación de Matías y Jerónimo, guía de la historia.
La decisión de evitar quedarse con la postal por parte de Curotto, para siempre acompañar a sus personajes, rodearlos, mostrarlos, detenerse en los pequeños detalles que realizan, en sus rostros, miradas, acercamientos, es tal vez uno de los hallazgos más importantes de la película.
Pero si hay que criticar algo al director, es el pudor con el que trata algunas escenas de encuentros íntimos, reflejadas con una mirada que tal vez atrase en cuanto al avance que en el último tiempo se realizó en el cine LGBT, más allá que sería un error tomar este film como una película gay, porque realmente de lo que habla “Esteros” es de decisiones, de personas, del amor entendido como la entrega al otro y de una pasión que nunca se apagó.