Escape imposible

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Si “The Expendables” (USA, 2010) y su secuela fueron la oportunidad de volver al cine de acción de CAROLCO y CANNON de los años ochenta, “Escape Imposible” (USA, 2013) es la reafirmación del placer de volver a ver en la pantalla grande a dos íconos como Silvester Stallone y Arnold Schwarzenegger.
Dirigida por Mikael Håfström, quien en su haber cuenta con la nominada al Oscar como mejor película extranjera “Onskan”(Suecia, 2013), en la cinta está otra vez Stallone encerrado (¿cuántas películas van ya con Sly entre rejas?), pero en esta oportunidad por elección. Es que en el arte del escape Ray Bresslin (Stallone) encuentra un negocio multimillonario, mostrándoles las falencias a los gobiernos sobre sus moles carcelarias.
Pero algo que no esperaba (la sorpresa) sucede y es engañado para ingresar en una institución de la que aparentemente no podrá salir. Allí conocerá a Emil Rottmayer (Schwarzenegger), con el que hará una alianza para poder escapar antes que su vida siga siendo puesta en peligro por parte del terrible carcelero (interpretado por Jim Caviezel).
Filmada de manera tradicional, sin una puesta de escena ambiciosa, quizás sólo en la estructura de la última cárcel, con celdas de vidrio sobre estructuras metálicas, conformando un panóptico/panal, es en dónde la película toma un poco de vuelo, la película entretiene y reflexiona.
“Escape Imposible” cumple con lo que promete, si bien le sobran minutos al metraje, hay un ejercicio de estilización y pulcritud de las imágenes que atraen. Hay escenas de pelea, de golpes en el comedor, como en todas las películas carcelarias, y principalmente hay momentos de tensión basados en el simple esmero del personaje de Stallone por tratar de escapar a lo McGyver con un trozo de metal y papel higiénico.
Pero hay una recuperación de un tipo de humor buddy movie y guiños entre los protagonistas que destacan. En un momento Emil le dice a Ray que le pegue, y lo hace, a lo que Emil le contesta “Pegas como un vegetariano” y obviamente estallamos.
Hay cierto “sentimentalismo” al estilo “Halcón” (USA, 1987) en el tratar de explicar los motivos de Ray para “trabajar” de escapista. “Quitarle la vida a una persona no es nada, pero quitarle su corazón es todo”, afirma, pero rápidamente se diluye.
Los personajes, principalmente el de Stallone, se legitima por su erudición, clase y porque ha: ¡publicado un libro! (“La Seguridad de las instituciones correccionales”), contrastando con los presos anteriores que ha interpretado a lo largo de su carrera.
De esto también se desprende que hay, y es el punto que la hace aún más interesante, más que la acción y el entretenimiento que genera, una crítica a lo obsoleto de las instituciones penitenciarias y médicas, si Stallone escribió un libro sobre ellas ¡YA FUE TODO!.
Porque en otras figuras de saber, la credibilidad es cuestionada, ya que el médico interpretado por Sam Neil es juzgado por Ray al ver su “obediencia debida” y su debilidad. Stallone lo es todo en el film, acompañado por un Schwarzenegger que no se queda atrás y que entre ambos construyen los personajes, me atrevo a decir, más verosímiles de toda su carrera.