En la mente del asesino

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

Cómo ir desinflándose de a poco

Entre los noventa y principios del nuevo milenio, luego del suceso de El silencio de los inocentes, se fueron acumulando varias películas centradas en asesinos seriales, de las cuales la más recordada -por lejos- terminó siendo Pecados capitales (1995), aunque también hayan quedado en el recuerdo films como Besos que matan (1997), La celda (2000), El coleccionista de huesos (1999) y Desde el infierno (2001), todas ellas tratando de encontrar la vuelta de tuerca que las distinguiera. Aunque Hollywood luego aflojó un poco con la pulsión por inventar historias de homicidas sofisticados, nunca dejó de tener en cuenta un poco el asunto, y ahí tenemos films como Mr. Brooks (2007), Zodíaco (2007), La chica del dragón tatuado (2011) y hasta toda la saga de El juego del miedo.

Si se atravesó el Hollywood de los últimos veinte años -como quien escribe-, En la mente del asesino es en buena medida un viaje en el tiempo, yendo por lo menos una década atrás. Más aún si tenemos en cuenta que la película fue pensada inicialmente como una secuela de Pecados capitales -aunque la idea fue rechazada por el director David Fincher-, que tuvo un desarrollo problemático -iba a ser en principio protagonizada por Bruce Willis y dirigida por Shekhar Kapur- y que estaba lista para estrenarse hace dos años, aunque inconvenientes e indecisiones por parte de los estudios llevaron al retraso de su lanzamiento. Lo cierto es que de por sí no estaría mal retomar el tópico del asesino serial, por más que esté un poco gastado y hasta demodé. De hecho, el film plantea una premisa un poco disparatada pero aún así interesante, centrándose en John Clancy (Anthony Hopkins), un psíquico con poderes para ver sucesos del pasado y el futuro, que está retirado pero que retorna a su antigua labor, ayudando al FBI a atrapar a un asesino serial (Colin Farrell) cuyos pulcros métodos irán dejando claro que sus objetivos de fondo están mucho más cercanos a lo piadoso que al regodeo en la matanza. Para colmo, el antagonista en cuestión se irá revelando como alguien con las mismas habilidades psíquicas de Clancy, pero mucho más desarrolladas.

El desafío que tenía el director Afonso Poyart pasaba por encontrar el tono justo para hacer fluir el relato, lo cual no era una tarea tan simple. En primera instancia, el film se hace cargo rápidamente de lo bizarro de su planteo, incorporando el don del protagonista a la trama sin dar demasiadas explicaciones, lo cual es positivo, porque establece rápidamente un pacto con el espectador -algo así como “esto es lo que voy a contar, si te parece muy inverosímil que un tipo pueda tener poderes psíquicos, mejor mirá otra cosa”-. Los problemas empiezan a surgir cuando frente a la posible sobriedad que merecía una historia sobre la confrontación de dos profesionales de lo mental, el choque de éticas respecto a la muerte, las formas de partir, lo afectivo y la memoria -que incluso llevan a que la película sea durante unos cuantos pasajes un drama hecho y derecho-, el realizador elija hacer avanzar la trama con una multitud de jueguitos y trucos audiovisuales que distraen absolutamente de lo que se debe narrar.

De ahí que En la mente del asesino pierda demasiado de vista lo verdaderamente importante, que son los personajes. Cada uno tiene su subtrama, su conflicto particular, su hecho pasado o presente que lo condiciona, pero ninguno tiene el desarrollo apropiado, con lo que intérpretes ciertamente capacitados como Farrell, Jeffrey Dean Morgan y Abbie Cornish quedan relegados, sin ser aprovechados en todo su potencial. Lo de Hopkins es cuando menos extraño: su performance cuasi inexpresiva genera la duda de si es buscada -en el sentido de expresar las dificultades para comunicarse de Clancy- o si es consecuencia de su escaso compromiso con lo que se está narrando.

Para colmo, la resolución al enfrentamiento entre las fuerzas antagónicas -clave en este tipo de films- es todo lo mala que puede ser: arbitraria, apresurada, incoherente para con los personajes -especialmente para el de Farrell-, facilista y hasta confusa. Había varias formas de arribar a un final, y la película elige la peor. En la mente del asesino amaga con ser una actualización interesante de muchos tópicos del subgénero serial killer y hasta tiene un par de momentos atractivos, pero se desinfla muy rápido y queda reducida a un conjunto de obviedades.