En guerra con mi abuelo

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Un emblema del ‘método actoral’. Un mentor generacional. Ícono de una camada que cambió el acto interpretativo, por siempre. El protagonista de “El Padrino II”, “Taxi Driver”, “El Francotirador”, “Toro Salvaje”, “Despertares”, “Buenos Muchachos”, “Cabo de Miedo”, “Fuego Contra Fuego” y “Casino”. Ganador de dos Premios Oscar. Vaya currículum. Cuesta comprender que sea la misma persona, y no un homónimo, quien protagoniza este decepcionante film.

La etapa de Robert De Niro transitando su carrera cinematográfica como adulto mayor viene sentándole demasiado mal hace años. Inmiscuyéndose en productos francamente decepcionantes, ha abordado el género de comedia haciendo una parodia de sí mismo. Ha mancillado su legado. El personaje lo ha devorado. O su agente de prensa le ha hecho creer que el auténtico ‘rey de la comedia’ no fue Rupert Pumpkin sino el propio De Niro en “Analízame” (1999), “El Padre de la Novia” (2000) y la catarata de films mediocres que le sucedieran después. “El Comediante” (2016) fue, francamente, escatológica.

El director Tim Hill lo convenció para formar parte de este bochorno. La literalidad a la hora de generar gracia, el efecto ramplón de toda burla de mal gusto y los valores mediocres sobre los que la nueva comedia americana enmascara sus intenciones es algo que jamás entenderé. ¿Me creen si les digo que Uma Thurman y Christopher Walken se sumaron al reparto de semejante despropósito? Hay películas que tienen una concepción obscena de cada decisión artística tomada. ¿Qué productos fomentamos?

Además, hay algo en el abuelazgo que le sienta mal al bueno de Bob. Desde la inmirable “Dirty Grandpa” (2016) a la presente “En Guerra con el Abuelo”, parecen las habilidades actorales de De Niro verse disminuidas a la mínima expresión. Un rosario de escenas de mayúsculo ridículo, un compendio de gestualidades que ensombrecen su pasado de gloria y un innecesario guiño a aquel monólogo frente al espejo nos hacen contemplar el marchito y crepuscular presente de un actor que solía ser una de las razones por las que amamos el cine. Ha dilapidado de tal forma su carrera, que hoy miramos su próxima película con desconfianza. La reciente “La Última Gran Estafa” confirma los pronósticos. Jamás pensé que iba a escribir las siguientes líneas: a veces es mejor retirarse a tiempo. <<¿Are you talking to me?>>, <<Yes, I’m talking to you, Robert!>>