En el corazón del mar

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

El origen de un clásico, en un film ambicioso

Basada en el libro de 2000 de Nathaniel Philbrick que contaba el hundimiento del ballenero Essex en el siglo XIX y sostenida también -y engalanada- con el origen de Moby Dick de Herman Melville, En el corazón del mar es una película de tremendas memorias marítimas que no quieren emerger con facilidad, y también es una película sobre economía americana del siglo XIX, sobre las clases sociales, la luz, la escasez, el valor, el coraje, el respeto y un largo y ambicioso etcétera.

Además, aunque de forma un tanto esquemática, el film tiene cosas que decir sobre la cocina de la literatura, con ese joven Melville interpretado por Ben Whishaw. Pero, sobre todo, es una película sobre aventuras en el mar y sobre la supervivencia. Cuando el relato sigue esa línea es fascinante: cada búsqueda de ballenas, cada cacería, cada tormenta, es un ejemplo de aprovechamiento de la tecnología digital en función de la espectacularidad no reñida con la inteligibilidad de las acciones.

La película se mueve en el agua de forma grácil y convencida, bien plantada en la velocidad de las acciones en alta mar.

Trabajo mortal

Ron Howard demuestra una vez más que en ese ritmo sostenido se luce. En las superiores El diario y Frost/Nixon, con la velocidad de sus diálogos, o en la memorable Rush: pasión y gloria con las carreras, Howard brillaba (y, por el contrario, encallaba en cosas como El código Da Vinci, Ángeles y demonios o Una mente brillante). Director impredecible, Howard ha mantenido desde sus inicios una relación fluida con las posibilidades tecnológicas, desde hace décadas. Lo desparejo de su carrera se pone de manifiesto en En el corazón del mar, en la que los diálogos centrados en el trauma del marinero que recuerda, y la interacción entre Owen Chase (Chris Hemsworth, un actor de una fotogenia y presencia descollantes) y su mujer tienen cierto óxido, mientras que las interacciones del propio Chase en el barco con George Pollard (Benjamin Walker) y Matthew Joy (Cillian Murphy) son ejemplos de brío y fluidez.

Afortunadamente, la película se centra mucho más en el mar y la supervivencia -y apenas de costado, en la obstinación que regía a la Moby Dick de John Huston- que en las escenas más intimistas.

Incluso las conversaciones laborales sobre navegación y negocios marítimos tienen una potencia que se iguala con las dedicadas a las aventuras en el mar. Esto indicaría que Howard es otro director estadounidense que se enciende especialmente en el mundo del trabajo, ya sea el de un periodista y el de un político, el de los corredores de autos o el de marineros en busca de grasa de ballena.